sábado, 28 de septiembre de 2013

Condiciones de tiro

Autor: Eduardo
Buenos Aires, Argentina


Fito y yo aguardábamos nuestros turnos… Éramos los últimos. Antes que nosotros estaban dos “campeones” practicando, asistidos por los colimbas de turno. Los pobres no daban pie con bola, a uno hasta se le cayó el arma… Hacía calor, mucho calor, y más en ese polígono donde solo un par de banderolas estaban abiertas. No se movía una sola gota de aire…

En unas pocas prácticas más ya habríamos reunido las condiciones de tiro y a otra cosa mariposa. Al que más le importaba esto era a Fito. Estaba a punto de cumplir los veinte y lo sortearían para la colimba (Servicio Militar Obligatorio) en unos meses… Con las condiciones de tiro cumplidas de antemano, se le hacía mas livianito ese mambo. A mí me faltaban más de tres años y, en una esas, con un poco de suerte hasta podía salvarme; pero, igual no era malo que tuviera las condiciones aprobadas.

Yo lo miraba a Gabriel, uno de los colimbas que oficiaba de instructor… ¡Que fuerte que estaba!... Con esa camisa arremangada, los botones desprendidos, y esa bombacha de fajina, donde el bulto bailaba como badajo de campana, de un lado para otro… ¡Qué ganas tenía de comérmelo!

Pero, debía hacer buena letra… Fito no sabía nada de que a mí me gustaba la verga y yo no quería que se enterara. ¿Para qué, con qué beneficio? Era un buen amigo y mejor que siguiera así. Hacía calor… Ese marzo debió haber sido uno de los más calurosos marzos del siglo XX. Rogaba que el campeón instruido por el otro colimba fuera el primero en terminar la práctica, así Fito empezaba y yo me quedaba Gabriel.

Tenía ganas de tenerlo cerca, de sentir su olor a hombre. El guacho era tan lindo, se lo veía tan macho… Me preguntaba si le gustarían los putos. Por momentos pensaba que podía odiarlos y, sin querer, me bajoneaba… Por momentos pensaba que, en una de esas… ¡Qué sé yo!... Mi mente iba para cualquier lado… El calor me tenía mal, muy mal… A Gabriel también lo tenía mal, cada dos por tres se hurgueteaba las bolas, como tratando de despegarlas, debía tenerlas transpiradas. ¡Qué ganas de meter mis narices en esa jungla húmeda y palpitante!

El Señor atendió favorablemente mi ruego. Uno de los campeones terminó la práctica y el otro continuó asistido por Gabriel. Fito empezó la suya y yo quedé cola, esperando. La espera, con todo, no era aburrida. Ahora, mis ruegos eran para que Fito anduviera a velocidad reducida y no terminara, como siempre, primero. Mis temores no eran infundados, Fito era una luz con el fusil… Tenía mirada de lince… Por suerte, Gabriel liberó al campeón restante y comenzó mi entrenamiento…

Estar cerca de él, cerca de semejante macho, me hacía entrar como en un sueño; me forzaba para no distraerme y cumplir con mis ejercicios. Gabriel me daba explicaciones, corregía mis posturas… No sé, yo lo sentía tan próximo a mí… Su voz susurrante me embriagaba. Me preguntaba si él se daría cuenta cuánto me gustaba, cómo me calentaba…

Fito terminó la práctica, me avisó que iba al billar y junto con el otro colimba se hicieron humo… Gabriel y yo quedamos solos. Solos en ese inmenso polígono… ¡Y tan cerca uno del otro!... Por momentos se me hacía que él se arrimaba intencionalmente a mí, ¿lo soñaba?... ¿Lo deseaba?... No, no, se me arrimaba provocativamente. Con el pretexto de ayudarme a afinar la puntería, se me estaba echando encima… Sentía su cuerpo pegado al mío y sus brazos recubriendo mis brazos. Sentía su aliento en mi cuello… Me prendía fuego.

Cuando yo recargaba el arma, él no se apartaba, seguía siempre ahí, pegado a mí… Se venía a la carga… ¿Qué hacer?... Nada… Dejar que él hiciera lo que quisiera… Si todo no era más que una alucinación mía, no pasaría nada… Si Gabriel preparaba algo, lo que yo debía hacer era ayudarlo para que pudiera concretar su objetivo… ¡Debía estar atento!

Me pedía que no me pusiera nervioso, que me concentrara bien. Mientras tanto, como si no fuera su intención, se apoyaba con todo sobre mí, ¡justo como para no estar nervioso!... ¡Imposible!... Sentía su bulto presionando enloquecedoramente sobre mi cola. Cuando disparé, el tiro por equivocación fue muy certero. Me felicitó y, al mismo tiempo, elogió mi perfume. Me desconcertó… Pero reaccioné rápido… El perfume era una colonia de baño que usaba toda la familia, yo le dije que se lo había robado a mi hermana.

Esa tímida y muy intencionada frasecita terminó siendo una jugada magistral… Gabriel se agarró de ella para continuar el ataque… “¿Qué otra cosa le robas a tu hermanita?”… Yo no contestaba, me hacía el tontito… Él sonreía… “Se me hace que le robas otras cosas más”… Mientras me decía esto, se me echaba más encima todavía… Me acorralaba contra el apoyo de la cabina de tiro… Parecía que quería besarme, morderme, qué se yo… En cualquier momento podía perder el equilibrio…

De repente detuvo el avance y me invitó a cargar nuevamente el arma… Lo hice y me apresté para un nuevo disparo… No fue más que una agachada para que yo me pusiera en mejor posición y así permitirle  trincarme bien trincado… No opuse resistencia… ¡Qué iba a oponer, si me encantaba que se me echara encima!...

Cuando estuvo bien seguro que yo era una presa fácil, cargó con todo… Dejó que efectuara el disparo y me felicitó porque (de carambola) otra vez di justo en el blanco… Con voz suave y seductora me dijo que al día siguiente iba a estar ahí y me propuso que fuera tardecito, cuando ya no quedara nadie, para practicar un poco más y para conversar… Me adelantó que tenía algo lindo para proponerme, algo lindo que me iba a gustar…

Al día siguiente –como es de suponer- a las seis y media, cuando faltaba muy poquito para cerrar el polígono, me hice presente… Ni bien Gabriel me vio, se me vino al humo… No fuera cosa que el otro colimba se adelantara y quisiera atenderme… Me dijo algunas cosas medio embrolladas que no entendí y se puso a buscar municiones… De hecho quedé a su cargo. El otro colimba dio unas vueltas, cantó las hurras y terminó por piantarse… Gabriel le echó llave a la puerta y quedamos solos…

Como la tarde anterior el calor era muy sofocante… Me indicó que cargara el arma y empezamos la práctica… Una práctica que tenía más de franela que de ejercicio de tiro… Tenerlo tan cerca, con ese olor a macho me perturbaba profundamente… Después de olfatearme, me escrachó: “le volviste a afanar el perfume a tu hermanita”… No dije nada,  me reí… Mientras perfeccionábamos el apronte para el disparo, me susuró: “hoy está como para ponerse en pelotas”… Rápido y sin apartarme de lo que estaba haciendo, acoté: ¿y por qué no?... Efectué el disparo y, como venía siendo, la suerte estuvo de mi lado, acerté con el blanco… Despacito iba aprendiendo a mejorar la puntería…

Gabriel aflojó con el apriete y, muy voluptuosamente, me preguntó, "¿por qué no vamos para el bañito?"... La pregunta, más que un interrogante, era una invitación… La cosa no estaba para un desaire… "Vamos", le dije…

Todo estaba cantado ya… Una vez que entramos en el baño, que era una nadita en cuanto a espacio, Gabriel cerró la puerta y quedamos prácticamente a oscuras… Una tímida luz se filtraba por un ventanuco y apenas nos permitía, más que vernos, presentirnos… Sin  vueltas me preguntó cómo estaba para una mamada… Tras mi respuesta afirmativa, se bajó la bombacha de fajina de su uniforme militar y ahí nomás me  prendí a su verga…

Hacía unas semanas que yo no le veía la cola al Diablo, por lo que tocar esa pija fue algo así como bajar por un tubo al más encantador de los infiernos… Para estar bien a tiro, me hinqué de rodillas frente a esa poronga que, para ser justos, no era cualquier cosa, sino una formidable herramienta… Una formidable herramienta que, por lo que podía apreciar, estaba muy necesitada de atenciones especiales…

Cuando se la manoteé ya la tenía dura, ¡y cómo!... ¡Qué hermoso es entrar en contacto con algo así, tan vivo, tan anhelante, tan deseoso de atravesar todo cuanto se le ponga por delante!... Al metérmela en la boca, Gabriel reaccionó como si hubiese recibido una descarga eléctrica… ¡No necesitaba nada para estallar!... Y yo no lo privé de esa nada… Le surtí una mamada como resucitar a un muerto… Se retorcía de placer… Su pija atravesaba mi garganta y los pelitos de su pubis se estampaban en mi nariz… Estoy seguro que nadie antes le había mamado la poronga como se la mamaba yo… Mi propósito era encender en él la llama de un deseo que no se extinguiera fácilmente…

No sé cómo, mientras desarrollábamos esa tremebunda tirada de goma, tanto él como yo nos las ingeniamos para quitarnos la ropa y quedar, como él había sugerido, en pelotas, totalmente desnudos… En cierto momento, aflojé un poco con la mamada y Gabriel aprovechó el impasse para alzarme, abrazarme y apretarme desesperadamente contra su pecho… No sabía lo que quería hacer… Estaba sacado… Nunca, hasta ese momento, había visto un macho tan, pero tan caliente… Estaba fuera de sí… En medio de todo ese desparramo, encontró mi boca y sus besos fueron lenguas de fuego que inundaron todo mi ser… No sé como hacía para meterme la lengua como me la metía…

Yo también estaba sacado… Con todo, no perdía el tino… Volví a prenderme de su pija y mientras se la mamaba buscando encenderlo como una brasa al rojo vivo, hurgaba los bolsillos de mi pantalón, tirado a un costadito, tratando de encontrar el potecito con diadermina que “por cualquier cosa” había llevado… La suerte quiso que lo encontrara enseguida… A todo esto Gabriel experimentaba una calentura descomunal que lo hacía bufar como un toro enardecido…

Las ganas que tenía de sentir que esa pija atravesara mi culo son imposibles de describir… En una operación relámpago, me unté abundantemente el agujerito con “la crema de mis amores”, me puse de pie y aprovechando que Gabriel estaba firmemente apoyado sobre el pequeño lavatorio que ornaba el bañito, me senté sobre su poronga…

Lo que ocurrió fue algo digno de un polígono de tiro: pese a su tamaño, la pija me entró como bala… No lo podía creer… Después de que mi primito Chiqui me desvirgara y empezara a trabajarme el orto con su proverbial ensañamiento, la estrechez pasó a ser un recuerdo para mí. Su nada despreciable poronga y las otras que vinieron después me entraban perfectamente bien… Claro está, no como si nada… Siempre había que ir con prudencia, porque doler: dolían… Por lo menos hasta que el agujero se me abría bien y el goce me quitaba las ganas de pensar en el dolor.

Esta vez, empero, la cosa fue realmente extraordinaria: bastó que, al sentarme, mi ano presionara sobre la cabeza de la pija de Gabriel, para que el orto se me abriera como una puerta automática y la verga me entrara toda de un saque, no muy rápido, pero de un saque, sin encontrar la más mínima resistencia… Todo eso traducía que mi desesperación por sentir dentro de mi cuerpo eso tan hermoso y tentador que el soldadito tenía para brindarme y que, desde luego, quería brindarme a toda costa, alcanzaba niveles fenomenales.

Quizá quien nunca haya tenido experiencias de esta naturaleza no pueda imaginarse el momento que se vive cuando un macho en pleno dominio de toda la potencialidad de su sexo, cumple el fiero designio de llenar la profunda intimidad de nuestro cuerpo y descargar allí, en medio de un vértigo alucinante, la lava ardiente de sus indomables deseos…

Una vez que la pija de Gabriel se ubicó toda entera dentro de mi recto, algo ocurrió que me provocó un espasmo,  una fuerte contracción… Contracción que, desde luego, él tuvo que haber percibido en toda su intensidad, porque le apreté la poronga con el culo a más no poder… Cosa que debe haberle resultado más que satisfactorio, ya que daba muestras de hallarse en la mismísima Gloria… No fue algo duradero, pero sí reiterativo y se fue acompasando con el bombeo furibundo en el que rápidamente fuimos cayendo.

Obviamente, Gabrielito era todo un maestro en el arte de blancos perfectos a punta de pistola y también en el de destrozar marrones a pistola entera… Me dejó el culo a la miseria… Por ser la primera vez fue todo un éxito… A pesar de los años transcurridos desde entonces, recuerdo perfectamente bien su reacción cuando acabó con la vaciada… Todavía no había despachado la última gotita de su lechita en mi culito, cuando me dijo: “tenemos que repetir esto, Bebé”… Fingiendo espanto, exclamé: “no, ahora no… tengo la cola destruida”… Sereno, con una amplia sonrisa, me calmó: “no te asustes, hoy no… vamos a esperar que se te pase el efecto de los guascazos que te surtí… la semana que viene”…

Obviamente, el soldadito quería asegurarse que me tendría a su disposición… Para comprarme, cuando ya nos habíamos vestido nuevamente y estábamos a punto de salir de ese cubículo, me tomó del brazo, obligándome a  arrimarme a él… “Démonos un beso bien dado, esto tenemos que festejarlo”… Fue un beso caliente, muy caliente… Algo atropellado, pero lindo.

Ya saliendo del bañito, me informó que el lunes y el martes de la semana siguiente volvería a estar en el polígono… Arreglamos que el lunes iría con Fito y no pasaría nada… Solo practicaríamos tiro… El martes iría yo solito, practicaríamos tiro y después él me haría tragar la bala… No es difícil imaginarse lo puntual que fui.

La cosa fue mucho mejor que la semana anterior… No tuvimos que refugiarnos en el bañito para coger… No sé cómo había conseguido la llave de la oficinita que el Teniente responsable del polígono usaba como “Despacho” para dormir y otras gansadas… Cuando el Teniente no estaba, nadie podía entrar… Gabrielito se las ingenió e hizo un duplicado de la llave… Ahora podía entrar cuando se le cantaran las pelotas.

En el Despacho había un sillón de cuatro cuerpo, más viejo que el pedo, pero estaba fuerte y el tapizado de cuero también… Resistía… Ni bien entramos nos pusimos en bolas y empezamos a revolcarnos en el sillón… Gabrielito era un calentón de aquellos y yo no le iba en saga… Arrancamos con una franela sin desperdicio… La seguimos con una mamada que fue una clase magistral de cómo chupar una buena pija… Yo me entusiasmaba porque veía como gozaba Gabriel… No dejaba de retorcerse de placer… Más se retorcía y más yo le daba al chupetucho. Con todo, me cuidaba de no pasarme de mambo y hacerlo acabar antes de tiempo… Para completar “Gran Penetración Gran”… Me puse de espaldas sobre el sillón y levanté bien levantaditas mis entonces lindas piernitas… El muy guacho aguardaba con la pija en la mano a que yo terminara de acomodarme para zampármela… Se puso un montón de diadermina en la cabeza y atacó…

Esta vez, la entrada del miembro no fue tan facilonga… Tal vez por la posición… Pero, despacito, sin prisa y sin pausa, la verga se fue adentrando en mi culo cada vez más hasta que la tuve toda entera adentro, como tanto lo deseaba… ¡Qué maravilla!...

Después que me la calzó, me mandó una cogida espectacular… La poronga me entraba y me salía como bala… No puedo explicar todo lo que me hacía sentir y, seguramente, él también sentía… La sensación que yo tenía en esos momentos era que Gabriel no quería perderse ni un miligramo del placer que podía depararle la posesión de mi culo… Me hacia suyo a lo bestia… Realmente me rompía el orto…

Exactamente, no sé cuánto tiempo estuvimos garchando… Fue sin dudas un montonazo, a juzgar por el estado en que quedé: muerto… Muerto y muy, pero muy feliz…

Nos seguimos viendo sistemáticamente en el polígono todas las semanas… Cuando avanzaron los fríos otoñales, el coger se hizo algo más lindo… En el Despacho había una buena estufa eléctrica y en pocos minutos el ambiente se convertía en un nidito de amor… Se podía estar en bolas sin dramas… No dejamos de hacer nada de todo cuanto es posible hacer para disfrutar del sexo… Por mi parte, trataba de que Gabriel se sintiera satisfecho y, para eso, me prestaba a todas sus fantasías eróticas…

Un día se me ocurrió invitarlo a comer a casa… Yo ya me había ocupado de hacerlo un personaje conocido… Lo de estar lejos de su familia y de tener que pasar los días enteros encerrado en un cuartel inclinaba a todo el mundo a su favor… Sabía que iba a ser bien aceptado… Además, era simpático y desinhibido… Caía bien en cualquier parte.

Lo que hacía fuerte impacto era su estampa… Un cuerpo muy bien proporcionado, morocho claro y esos ojos celeste cielo, chispeantes, lo convertían en un bocato di Cardinali  (que yo me comía sin haber llegado a monaguillo).

Tal cual lo preví, en casa fue muy bien recibido… Lo sometieron, como era de imaginar, a “un interrogatorio policíaco”… Ninguna pregunta lo incomodó… Así me enteré de cosas de su vida que ni por las tapas se me hubiese ocurrido averiguar… Entre ellas que, después del Juramento a la Bandera (20 de Junio), aunque le daban un par de semanas de licencia, no viajaría a su pueblo por falta de money… Mamá le ofreció que se viniera a casa… Gabriel no dijo ni sí ni no…

Después, cuando volvimos a vernos en el polígono, le ofrecí pagarle el pasaje… En privado conmigo, fue más preciso. No era el pasaje lo que lo frenaba… En tren viajaba gratis. El asunto estaba en la estadía en su casa… Allí tenían algunos problemas y si él se sumaba a las cargas familiares, la cosa se ponía muy pesada…

Yo nunca fui lento para dar vueltas las cosas… Tan pronto como me enteré de cómo venía la mano, en lugar del pasaje, puse a su disposición el dinero equivalente al mismo (y algo más, PPP = por lo que putas pudiere), con una advertencia: “si no lo agarras, lo quemo delante tuyo”. Gabriel sabía perfectamente que yo podía ser muy putito, pero también sabía que de indeciso no tenía nada y que si advertía que iba a quemar algo, no debía dudarse de que llegado el caso lo haría sin titubeos. Aceptó, pero con una restricción: no se iría por todo el tiempo de la licencia… Unos días antes volvería y se quedaría conmigo en mi casa.

Él tampoco era lento para acomodar las cosas… La licencia, según las cuentas, comenzaba al día siguiente de la Jura, un 21 de junio y debía regresar al cuartel el domingo 7 de julio, a las 6 de la mañana… No sé con qué embuste logró que le dieran permiso el mismo 20 de junio y ese mismo día partió para su pueblo… Un armado de “dedo, camiones y trenes” debía llevarlo en unas 12 horas… Empezaba el invierno y el frío le hacía los honores.

No supe nada de él hasta el  miércoles 3 de julio… Ese a las 7 de la mañana, justo en el momento en que yo salía para el Colegio: se presentó en mi casa… A los santos pedos lo hice entrar, lo llevé a mi dormitorio para que se acostara allí (estaba muerto), escribí una nota para avisarle la novedad a la Blanca, nuestra empleada, cuando apareciera por la cocina y rajé…

En el Colegio no veía la hora de que se terminaran las clases… Cuando el timbre anunció que la última había finalizado, cacé mis cosas y me volví corriendo… Fui directo a mi habitación… Ahí estaba Gabrielito durmiendo como un lirón… Por supuesto, no lo desperté… En casa estaban encantados de que hubiese venido… Y empezaron a organizarse las cosas para una estancia de algunos días: bajar un catre del ático (creo que esta palabra sólo se usaba en mi casa, herencia de mi abuela) y un colchón… Se lo dejaría dormir hasta que despertara por sus propios medios…

Esto ocurrió pasadas las cinco de la tarde… Vinieron: higiene superficial, almuerzo-merienda y exposición ante la Comisión Investigadora para que confesara qué había sido de su vida durante su baja operativa en las Fuerzas Armadas… Era muy desenvuelto para hablar y las cosas que contó entretuvieron a todos…

A mí no se me ocurrió preguntarle cómo le había ido en cuanto a sexo… Parece ser que le llamó la atención que no lo hiciera, porque me lo hizo saber… “No me preguntaste si tuve sexo en…(su pueblo)”… Claro está, no me lo preguntó en la reunión de familia, sino después, cuando salimos de casa para ir al centro… Le puntualicé que “nadie me había nombrado vigilante para que lo controlara” y que “siempre sería partidario de que hiciera libremente lo que diera bienestar y felicidad”…

Mis dichos lo dejaron pensativo un momento, pero enseguida reaccionó… Riéndose me comentó que no había hecho nada de nada, solo dos pajas para descargar un poco… Por lo demás, sostuvo que quería estar bien concentradito para cuando volviera a verme… Se lo agradecí con una sonrisa que fue más bien “un beso inalámbrico” y cambiamos de tema…

Cuando estábamos en el centro se largó a llover… Volvimos corriendo a casa y para entretenernos hasta que llegara la cena, nos pusimos a jugar a las cartas… Jugamos a la “Escoba de 15”… Tuvo un ligue bárbaro… Carta que necesitaba, carta que le venía… Conmigo la suerte fue muy avara… Una tras otras me caían las cartas inservibles… Cuando terminamos el segundo partido, nos llamaron a comer.

Buena cena y a la camita… Pero, antes de ir a la cama, me preguntó si se podía bañar… Eso yo no lo había tenido en cuenta en mis cálculos y precauciones… Tal vez porque me parecía algo natural que cada uno hacía sin pedir permiso… Por supuesto, le dije que sí y organicé las cosas… Se bañó en el baño chico del primer piso, que solamente usábamos papá, el tío Rafael y yo, que no nos eternizábamos en el baño…… Se bañó, se afeitó y envuelto en un toallón sábana vino a la habitación… Mientras completaba el secado de su cuerpo, me gastó una bromita… Preguntó, “¿tu hermana también usa este baño?”… Como no sabía a qué obedecía la pregunta, le contesté que no lo usaba y le pregunté por qué me lo preguntaba… Sonriente me contestó: “no, porque encontré ahí el frasco del perfume que vos le robas”… Como capté de inmediato la ironía, acoté a modo de cañonazo: “cuando hay que pescar un gran tiburón, cualquier recurso es válido”…

En mi cuarto, las camas tendidas eran dos… Una, la mía, de bronce, que hoy día tiene más de 100 años y aún sigo usando, y otra, la acondicionada en un catre para Gabriel… De pique la que usamos fue la mía… Pese a la estufa de kerosene, encendida desde las siete y media de la tarde, el ambiente estaba frión, frión… Claro que con las calorías que traía Gabrielito, el clima no necesitó mucho tiempo para ponerse bien tropical…

Cuidamos de cerrar bien la puerta, por las dudas, y, en bolas, nos metimos entre las sábanas… ¡Qué hermoso era para mí sentirme entre los brazos de un hombre como él!...  ¡Cuántas y cuántos hubiesen querido estar en mi lugar!... No necesitó nada para descontrolarse… Me quería hacer de todo y quería que le hiciera de todo… Obviamente no pensaba, actuaba, así, a lo bestia y eso era lo que me producía todo el encanto que yo sentía… Gabriel era toda vitalidad, un ser enteramente sanguíneo… ¡Un salvaje adorable!...

Cuando volví a meterme su pija en la boca, sentí como que tocaba el cielo con las manos… No la quería largar… Me deshacía en besos, lamidas, chupones y otros chichecitos… Me la refregaba por la cara y por las tetillas… Era como si me picaneara con esa fenomenal poronga; pero no para causarme dolor, sino placer… Un enorme placer…

A la hora de metérmela, opté por subirme a caballito… Es una de las formas en que la pija entra más adentro y se disfruta a pleno… Sobre todo cuando uno sabe moverse y logra que la verga roce todos los puntos sensibles del interior de las entrañas… No solo goza quien cabalga, sino también goza el caballero que oficia de armado corcel… En este punto debo señalar que Gabrielito se desvivía cuando yo simulaba marchar al trote inglés… ¡No quiero ni pensar en el fuego que le entraba por la pija!... Yo lo percibía en los calores y ardores que se ensañaban con mi orto, lejos ya de ser el tímido agujerito de apenas unos pocos años atrás y cercano sí en dimensiones al gran cráter del Vesubio, cuya lava sepultó a Pompeya…

Muy bien no vienen a mi memoria todas las cosas que hicimos esa noche… Lo que sí recuerdo es que estuvimos cogiendo como hasta la una y media y que me echó tres monumentales polvos… Polvos muy difíciles de olvidar, ya que no se circunscribieron a meras degluciones de pija, sino más bien fueron épicas cabalgatas por alturas celestes del placer sexual. Tras la polveada, Gabrielito ocupó su lugar en el catre y yo seguí en mi cama hasta las seis y media, casi, en que me levanté (medio muerto) para ir al Colegio… Gabriel siguió dándole al ojo… Ni se percató del beso que le dí al salir del cuarto ni de la palpadita con que verifiqué el estado de su verga… ¡Válgame Dios, la tenía parada y bien dura!... Era el presagio de que la fiesta iba a continuar…

Por la tarde dormí una siesta… El cuerpo me lo pedía… Por la noche, estuve nuevamente en condiciones de “atender” a mi Amo… Él había salido y hecho cosas que, si me las contó, no recuerdo… Cuando nos fuimos a dormir estaba hecho todo un potro… No nos privamos de ninguna variante franelera… Como a Gabriel lo enloquecía que le chupara la pija, se la chupé hasta decir basta… Tal vez porque chupar pija es una de las cosas que más me saca de la realidad y me pone en órbita…

A veces, los coitos homosexuales no resultan gratos y exitosos, porque una de las partes no cumple su rol con convicción y entusiasmo, y da más bien la impresión de que lo hace a desgano o por obligación… En la mayoría de los casos en que esto ocurre, la parte activa es la que adopta esta postura, digamos, desalentadora… En el caso de Gabriel, ocurría todo lo contrario; su fervor, ganas y deseos eran tan grandes que el coito, más que coito era un terremoto de placer… Hoy se diría “tsunami”… Por momentos se me hacía necesario levantar bandera blanca de parlamento, porque la carga de la vergara se tornaba insoportable… Mi culo, pobrecito, quedó como las víctimas de Hiroshima, hecho pelota… ¡Pero, muy feliz!...

Como yo debía atender “otros pacientes”, me las compuse para que nadie quedara “sin cobertura espiritual”… Gabrielito ni se enteró… Él todas las noches pedía su ración de orto y yo se la ofrecía servida en bandeja de plata.

Suponía  que se quedaría en casa hasta primera hora del domingo 7 de julio, en que según lo comentado debía presentarse en el cuartel; pero el joven decidió prolongar un día más su licencia y reincorporarse el lunes 8… Como al día siguiente había desfile y todas esas vainas, cualquier bolazo que invocara para justificarse, sería aceptado.

La prolongación “manu militari” de la licencia significó una noche más de amor… ¡Y fue la mejor!...  Del sábado al domingo, Gabrielito estuvo un poquito mezquino: solo me echó un polvito… Muy bueno, sí; pero como que el culito me quedó con hambre de algunos porongazos más… Ya se sabe, cuanto más te dan, más querés… El déficit de garcha se vio ampliamente compensado en la noche del domingo al lunes, la última de esa serie…

No hay palabras para describir lo que Gabrielito me hizo vivir en esas horas… Se comportó como una máquina calentadora… Por primera vez se le dio por hurgarme la cola son sus dedos, que no eran dedos, sino “miniporongas”… ¡No les cuento cómo me agrandó el agujero!... En algún momento creo que me metió cuatro dedos y no contento con eso, se mandó todas las maniobras habidas y por haber, para abrirme el culo al mango… Tuve unos cuantos orgasmos prostáticos y el termostato se me hizo moco, porque la calentura no me bajaba de ninguna manera… ¡Quería pija y más pija!... Me hizo de goma y él quedo como un trapo…

No sé cómo conseguí despertarme a las cinco y hacerlo despertar a él… Se bañó, tomó una taza de leche con pan y manteca y enfiló para el cuartel… En el zaguán, a modo de despedida, me sacudió unos besos de lengua de esos que hacen época… ¡Cómo me gustaba que me besara!... Cuando lo vi doblar la esquina rumbo al cuartel, sentí un no sé qué… Quedamos en que me avisaría por teléfono cuando nos volveríamos ver en el polígono.

Para no correr el riesgo de dormirme, me quedé levantado y a las siete partí para el Colegio… Estaba fusilado… Las ojeras me llegaban a las rodillas… Saqué fuerzas de flaquezas y seguí… Aguanté hasta la noche… Sin comer, me fui a la cama… No me dormí: me desmayé… Estuve así hasta el día siguiente, 9 de Julio, a las 11:00 hs, en que pude reaccionar… ¡Era inmensamente feliz!

No tuve noticias del Gabriel hasta el martes 16, en que me llamó para avisarme que podía ir a verlo al polígono el jueves 18, como siempre, tardecito… No hace falta que diga que fui como diligente tragasables que soy… No fui como un desesperado que hace un siglo que no lo cogen, sino como un satisfecho caballerito a quien “un amiguito” le había hecho respiración artificial por el culo el día anterior…

En efecto, el martes 16, después que me llamó Gabriel, recibí una llamada de Juan José, un amigo a quien conocí a través de mi primo Chiqui… El pobre tenía la máquina parada y necesitaba “un técnico” que se la pusiera en marcha… Y, para técnico, YO… Al día siguiente, miércoles 17, por la tarde, fui al departamento de Juanjo y lo puse en marcha… ¡Quedó como nuevo!... ¡Y yo ni les cuento!... De ahí que fuera al polígono contento y sin apremio…

Quien estuvo apremiado fue Gabriel… Ni bien quedamos solitos, me llevó al Despacho y me surtió como para todo el Campeonato… ¡Qué bien cogía, con cuanto apasionamiento!... La verdad es que tenía un arte increíble para hacerme calentar y no ver ni desear otra cosa que no fuera su pija… Cogimos un buen rato y la cortamos porque se tenía que volver al cuartel.

Así, entre reuniones de tiro en polígono y algunos fines de semana en casa discurrió el final del año 57 y empezó uno nuevo… En enero tuvo nuevamente una licencia y visitó su pueblo… De regreso, debió esperar a que yo volviera de mis vacaciones para que le diera lo que él quería… El mes de febrero se pasó volando, pocos días después de los comicios en que fue elegido presidente el Dr. Frondizi, le dieron de baja… Una semana estuvo Gabriel en casa haciéndome de las suyas y, después, se fue… Fue una semana de locura…

¿Cómo hubieran sido nuestras vidas de haber seguido juntos?... No, mejor no pensar en esas cosas… Vale más preocuparse por mantener la memoria de los momentos tan espléndidos vividos y solo eso, memoria…  Para pensar, pensemos que la guerra es eterna y hay que estar siempre listo por si es necesario tragarse la bala, pués si así fuere: hay que abrir bien grande la boca y todo cuanto haya que abrir… ¿Para qué?... Para Servir a la Patria.

Epílogo: Hace pocos días, revolviendo una caja con viejas fotografías, tuve la sorpresa de encontrarme con una imagen que, de solo verla, me transportó a un pasado remoto, hace más de medio siglo… La fotografía era del Soldado Conscripto Gabriel Ricardo M. (Clase 1936). La dejó en casa, olvidada, a principios de 1958, cuando partió de regreso a su pueblo natal, tras haber cumplido con el Servicio Militar Obligatorio... Los recuerdos que me trajo esa foto me inspiraron este relato…

Eduardo


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