Autor: Eduardo
Buenos Aires, Argentina
Fito y yo aguardábamos nuestros turnos…
Éramos los últimos. Antes que nosotros estaban dos “campeones”
practicando, asistidos por los colimbas de turno. Los pobres no daban pie
con bola, a uno hasta se le cayó el arma… Hacía calor, mucho calor, y
más en ese polígono donde solo un par de banderolas estaban abiertas. No
se movía una sola gota de aire…
En unas pocas prácticas más ya habríamos
reunido las condiciones de tiro y a otra cosa mariposa. Al que más le
importaba esto era a Fito. Estaba a punto de cumplir los veinte y lo
sortearían para la colimba (Servicio Militar Obligatorio) en unos meses…
Con las condiciones de tiro cumplidas de antemano, se le hacía mas
livianito ese mambo. A mí me faltaban más de tres años y, en una esas,
con un poco de suerte hasta podía salvarme; pero, igual no era malo que
tuviera las condiciones aprobadas.
Yo lo miraba a Gabriel, uno de los
colimbas que oficiaba de instructor… ¡Que fuerte que estaba!... Con esa
camisa arremangada, los botones desprendidos, y esa bombacha de fajina,
donde el bulto bailaba como badajo de campana, de un lado para otro…
¡Qué ganas tenía de comérmelo!
Pero, debía hacer buena letra… Fito no
sabía nada de que a mí me gustaba la verga y yo no quería que se
enterara. ¿Para qué, con qué beneficio? Era un buen amigo y mejor que
siguiera así. Hacía calor… Ese marzo debió haber sido uno de los más
calurosos marzos del siglo XX. Rogaba que el campeón instruido por el
otro colimba fuera el primero en terminar la práctica, así Fito empezaba
y yo me quedaba Gabriel.
Tenía ganas de tenerlo cerca, de sentir
su olor a hombre. El guacho era tan lindo, se lo veía tan macho… Me
preguntaba si le gustarían los putos. Por momentos pensaba que podía
odiarlos y, sin querer, me bajoneaba… Por momentos pensaba que, en una
de esas… ¡Qué sé yo!... Mi mente iba para cualquier lado… El calor me
tenía mal, muy mal… A Gabriel también lo tenía mal, cada dos por tres se
hurgueteaba las bolas, como tratando de despegarlas, debía tenerlas
transpiradas. ¡Qué ganas de meter mis narices en esa jungla húmeda y
palpitante!
El Señor atendió favorablemente mi
ruego. Uno de los campeones terminó la práctica y el otro continuó
asistido por Gabriel. Fito empezó la suya y yo quedé cola, esperando. La
espera, con todo, no era aburrida. Ahora, mis ruegos eran para que Fito
anduviera a velocidad reducida y no terminara, como siempre, primero.
Mis temores no eran infundados, Fito era una luz con el fusil… Tenía
mirada de lince… Por suerte, Gabriel liberó al campeón restante y
comenzó mi entrenamiento…
Estar cerca de él, cerca de semejante
macho, me hacía entrar como en un sueño; me forzaba para no distraerme y
cumplir con mis ejercicios. Gabriel me daba explicaciones, corregía mis
posturas… No sé, yo lo sentía tan próximo a mí… Su voz susurrante me
embriagaba. Me preguntaba si él se daría cuenta cuánto me gustaba, cómo
me calentaba…
Fito terminó la práctica, me avisó que
iba al billar y junto con el otro colimba se hicieron humo… Gabriel y yo
quedamos solos. Solos en ese inmenso polígono… ¡Y tan cerca uno del
otro!... Por momentos se me hacía que él se arrimaba intencionalmente a
mí, ¿lo soñaba?... ¿Lo deseaba?... No, no, se me arrimaba
provocativamente. Con el pretexto de ayudarme a afinar la puntería, se
me estaba echando encima… Sentía su cuerpo pegado al mío y sus brazos
recubriendo mis brazos. Sentía su aliento en mi cuello… Me prendía fuego.
Cuando yo recargaba el arma, él no se
apartaba, seguía siempre ahí, pegado a mí… Se venía a la carga… ¿Qué
hacer?... Nada… Dejar que él hiciera lo que quisiera… Si todo no era
más que una alucinación mía, no pasaría nada… Si Gabriel preparaba algo,
lo que yo debía hacer era ayudarlo para que pudiera concretar su
objetivo… ¡Debía estar atento!
Me pedía que no me pusiera nervioso, que
me concentrara bien. Mientras tanto, como si no fuera su intención, se
apoyaba con todo sobre mí, ¡justo como para no estar nervioso!...
¡Imposible!... Sentía su bulto presionando enloquecedoramente sobre mi
cola. Cuando disparé, el tiro por equivocación fue muy certero. Me
felicitó y, al mismo tiempo, elogió mi perfume. Me desconcertó… Pero
reaccioné rápido… El perfume era una colonia de baño que usaba toda la
familia, yo le dije que se lo había robado a mi hermana.
Esa tímida y muy intencionada frasecita
terminó siendo una jugada magistral… Gabriel se agarró de ella para
continuar el ataque… “¿Qué otra cosa le robas a tu hermanita?”… Yo no
contestaba, me hacía el tontito… Él sonreía… “Se me hace que le robas
otras cosas más”… Mientras me decía esto, se me echaba más encima
todavía… Me acorralaba contra el apoyo de la cabina de tiro… Parecía que
quería besarme, morderme, qué se yo… En cualquier momento podía perder
el equilibrio…
De repente detuvo el avance y me invitó a
cargar nuevamente el arma… Lo hice y me apresté para un nuevo disparo…
No fue más que una agachada para que yo me pusiera en mejor posición y
así permitirle trincarme bien trincado… No opuse resistencia… ¡Qué iba a
oponer, si me encantaba que se me echara encima!...
Cuando estuvo bien seguro que yo era una
presa fácil, cargó con todo… Dejó que efectuara el disparo y me
felicitó porque (de carambola) otra vez di justo en el blanco… Con voz
suave y seductora me dijo que al día siguiente iba a estar ahí y me
propuso que fuera tardecito, cuando ya no quedara nadie, para practicar
un poco más y para conversar… Me adelantó que tenía algo lindo para
proponerme, algo lindo que me iba a gustar…
Al día siguiente –como es de suponer- a
las seis y media, cuando faltaba muy poquito para cerrar el polígono, me
hice presente… Ni bien Gabriel me vio, se me vino al humo… No fuera
cosa que el otro colimba se adelantara y quisiera atenderme… Me dijo
algunas cosas medio embrolladas que no entendí y se puso a buscar
municiones… De hecho quedé a su cargo. El otro colimba dio unas vueltas,
cantó las hurras y terminó por piantarse… Gabriel le echó llave a la
puerta y quedamos solos…
Como la tarde anterior el calor era muy
sofocante… Me indicó que cargara el arma y empezamos la práctica… Una
práctica que tenía más de franela que de ejercicio de tiro… Tenerlo tan
cerca, con ese olor a macho me perturbaba profundamente… Después de
olfatearme, me escrachó: “le volviste a afanar el perfume a tu
hermanita”… No dije nada, me reí… Mientras perfeccionábamos el apronte
para el disparo, me susuró: “hoy está como para ponerse en pelotas”…
Rápido y sin apartarme de lo que estaba haciendo, acoté: ¿y por qué
no?... Efectué el disparo y, como venía siendo, la suerte estuvo de mi
lado, acerté con el blanco… Despacito iba aprendiendo a mejorar la
puntería…
Gabriel aflojó con el apriete y, muy
voluptuosamente, me preguntó, "¿por qué no vamos para el bañito?"... La
pregunta, más que un interrogante, era una invitación… La cosa no estaba
para un desaire… "Vamos", le dije…
Todo estaba cantado ya… Una vez que
entramos en el baño, que era una nadita en cuanto a espacio, Gabriel
cerró la puerta y quedamos prácticamente a oscuras… Una tímida luz se
filtraba por un ventanuco y apenas nos permitía, más que vernos,
presentirnos… Sin vueltas me preguntó cómo estaba para una mamada… Tras
mi respuesta afirmativa, se bajó la bombacha de fajina de su uniforme
militar y ahí nomás me prendí a su verga…
Hacía unas semanas que yo no le veía la
cola al Diablo, por lo que tocar esa pija fue algo así como bajar por un
tubo al más encantador de los infiernos… Para estar bien a tiro, me
hinqué de rodillas frente a esa poronga que, para ser justos, no era
cualquier cosa, sino una formidable herramienta… Una formidable
herramienta que, por lo que podía apreciar, estaba muy necesitada de
atenciones especiales…
Cuando se la manoteé ya la tenía dura,
¡y cómo!... ¡Qué hermoso es entrar en contacto con algo así, tan vivo,
tan anhelante, tan deseoso de atravesar todo cuanto se le ponga por
delante!... Al metérmela en la boca, Gabriel reaccionó como si hubiese
recibido una descarga eléctrica… ¡No necesitaba nada para estallar!... Y
yo no lo privé de esa nada… Le surtí una mamada como resucitar a un
muerto… Se retorcía de placer… Su pija atravesaba mi garganta y los
pelitos de su pubis se estampaban en mi nariz… Estoy seguro que nadie
antes le había mamado la poronga como se la mamaba yo… Mi propósito
era encender en él la llama de un deseo que no se extinguiera fácilmente…
No sé cómo, mientras desarrollábamos esa
tremebunda tirada de goma, tanto él como yo nos las ingeniamos para
quitarnos la ropa y quedar, como él había sugerido, en pelotas,
totalmente desnudos… En cierto momento, aflojé un poco con la mamada y
Gabriel aprovechó el impasse para alzarme, abrazarme y apretarme
desesperadamente contra su pecho… No sabía lo que quería hacer… Estaba
sacado… Nunca, hasta ese momento, había visto un macho tan, pero tan
caliente… Estaba fuera de sí… En medio de todo ese desparramo, encontró
mi boca y sus besos fueron lenguas de fuego que inundaron todo mi ser…
No sé como hacía para meterme la lengua como me la metía…
Yo también estaba sacado… Con todo, no
perdía el tino… Volví a prenderme de su pija y mientras se la mamaba
buscando encenderlo como una brasa al rojo vivo, hurgaba los bolsillos
de mi pantalón, tirado a un costadito, tratando de encontrar el potecito
con diadermina que “por cualquier cosa” había llevado… La suerte quiso
que lo encontrara enseguida… A todo esto Gabriel experimentaba una
calentura descomunal que lo hacía bufar como un toro enardecido…
Las ganas que tenía de sentir que esa
pija atravesara mi culo son imposibles de describir… En una operación
relámpago, me unté abundantemente el agujerito con “la crema de mis
amores”, me puse de pie y aprovechando que Gabriel estaba firmemente
apoyado sobre el pequeño lavatorio que ornaba el bañito, me senté sobre
su poronga…
Lo que ocurrió fue algo digno de un
polígono de tiro: pese a su tamaño, la pija me entró como bala… No lo
podía creer… Después de que mi primito Chiqui me desvirgara y empezara a
trabajarme el orto con su proverbial ensañamiento, la estrechez pasó a
ser un recuerdo para mí. Su nada despreciable poronga y las otras que
vinieron después me entraban perfectamente bien… Claro está, no como si nada…
Siempre había que ir con prudencia, porque doler: dolían… Por lo menos
hasta que el agujero se me abría bien y el goce me quitaba las ganas de
pensar en el dolor.
Esta vez, empero, la cosa fue realmente
extraordinaria: bastó que, al sentarme, mi ano presionara sobre la
cabeza de la pija de Gabriel, para que el orto se me abriera como una
puerta automática y la verga me entrara toda de un saque, no muy rápido,
pero de un saque, sin encontrar la más mínima resistencia… Todo eso
traducía que mi desesperación por sentir dentro de mi cuerpo eso tan
hermoso y tentador que el soldadito tenía para brindarme y que, desde
luego, quería brindarme a toda costa, alcanzaba niveles fenomenales.
Quizá quien nunca haya tenido
experiencias de esta naturaleza no pueda imaginarse el momento que se
vive cuando un macho en pleno dominio de toda la potencialidad de su
sexo, cumple el fiero designio de llenar la profunda intimidad de
nuestro cuerpo y descargar allí, en medio de un vértigo alucinante, la
lava ardiente de sus indomables deseos…
Una vez que la pija de Gabriel se ubicó
toda entera dentro de mi recto, algo ocurrió que me provocó un espasmo,
una fuerte contracción… Contracción que, desde luego, él tuvo que haber
percibido en toda su intensidad, porque le apreté la poronga con el
culo a más no poder… Cosa que debe haberle resultado más que
satisfactorio, ya que daba muestras de hallarse en la mismísima Gloria…
No fue algo duradero, pero sí reiterativo y se fue acompasando con el
bombeo furibundo en el que rápidamente fuimos cayendo.
Obviamente, Gabrielito era todo un
maestro en el arte de blancos perfectos a punta de pistola y también en
el de destrozar marrones a pistola entera… Me dejó el culo a la miseria…
Por ser la primera vez fue todo un éxito… A pesar de los años
transcurridos desde entonces, recuerdo perfectamente bien su reacción
cuando acabó con la vaciada… Todavía no había despachado la última gotita
de su lechita en mi culito, cuando me dijo: “tenemos que repetir esto,
Bebé”… Fingiendo espanto, exclamé: “no, ahora no… tengo la cola
destruida”… Sereno, con una amplia sonrisa, me calmó: “no te asustes,
hoy no… vamos a esperar que se te pase el efecto de los guascazos que te
surtí… la semana que viene”…
Obviamente, el soldadito quería
asegurarse que me tendría a su disposición… Para comprarme, cuando ya
nos habíamos vestido nuevamente y estábamos a punto de salir de ese
cubículo, me tomó del brazo, obligándome a arrimarme a él…
“Démonos un beso bien dado, esto tenemos que festejarlo”… Fue un beso
caliente, muy caliente… Algo atropellado, pero lindo.
Ya saliendo del bañito, me informó que
el lunes y el martes de la semana siguiente volvería a estar en el
polígono… Arreglamos que el lunes iría con Fito y no pasaría nada… Solo
practicaríamos tiro… El martes iría yo solito, practicaríamos tiro y
después él me haría tragar la bala… No es difícil imaginarse lo puntual
que fui.
La cosa fue mucho mejor que la semana
anterior… No tuvimos que refugiarnos en el bañito para coger… No sé cómo
había conseguido la llave de la oficinita que el Teniente responsable
del polígono usaba como “Despacho” para dormir y otras gansadas… Cuando
el Teniente no estaba, nadie podía entrar… Gabrielito se las ingenió e
hizo un duplicado de la llave… Ahora podía entrar cuando se le cantaran
las pelotas.
En el Despacho había un sillón de cuatro
cuerpo, más viejo que el pedo, pero estaba fuerte y el tapizado de
cuero también… Resistía… Ni bien entramos nos pusimos en bolas y
empezamos a revolcarnos en el sillón… Gabrielito era un calentón de
aquellos y yo no le iba en saga… Arrancamos con una franela sin
desperdicio… La seguimos con una mamada que fue una clase magistral de
cómo chupar una buena pija… Yo me entusiasmaba porque veía como gozaba
Gabriel… No dejaba de retorcerse de placer… Más se retorcía y más yo le
daba al chupetucho. Con todo, me cuidaba de no pasarme de mambo y
hacerlo acabar antes de tiempo… Para completar “Gran Penetración Gran”…
Me puse de espaldas sobre el sillón y levanté bien levantaditas mis
entonces lindas piernitas… El muy guacho aguardaba con la pija en la
mano a que yo terminara de acomodarme para zampármela… Se puso un montón
de diadermina en la cabeza y atacó…
Esta vez, la entrada del miembro no fue
tan facilonga… Tal vez por la posición… Pero, despacito, sin prisa y sin
pausa, la verga se fue adentrando en mi culo cada vez más hasta que la
tuve toda entera adentro, como tanto lo deseaba… ¡Qué maravilla!...
Después que me la calzó, me mandó una
cogida espectacular… La poronga me entraba y me salía como bala… No
puedo explicar todo lo que me hacía sentir y, seguramente, él también
sentía… La sensación que yo tenía en esos momentos era que Gabriel no
quería perderse ni un miligramo del placer que podía depararle la
posesión de mi culo… Me hacia suyo a lo bestia… Realmente me rompía el
orto…
Exactamente, no sé cuánto tiempo
estuvimos garchando… Fue sin dudas un montonazo, a juzgar por el estado
en que quedé: muerto… Muerto y muy, pero muy feliz…
Nos seguimos viendo sistemáticamente en
el polígono todas las semanas… Cuando avanzaron los fríos otoñales, el
coger se hizo algo más lindo… En el Despacho había una buena estufa
eléctrica y en pocos minutos el ambiente se convertía en un nidito de
amor… Se podía estar en bolas sin dramas… No dejamos de hacer nada de
todo cuanto es posible hacer para disfrutar del sexo… Por mi parte,
trataba de que Gabriel se sintiera satisfecho y, para eso, me prestaba a
todas sus fantasías eróticas…
Un día se me ocurrió invitarlo a comer a
casa… Yo ya me había ocupado de hacerlo un personaje conocido… Lo de
estar lejos de su familia y de tener que pasar los días enteros
encerrado en un cuartel inclinaba a todo el mundo a su favor… Sabía que
iba a ser bien aceptado… Además, era simpático y desinhibido… Caía bien
en cualquier parte.
Lo que hacía fuerte impacto era su
estampa… Un cuerpo muy bien proporcionado, morocho claro y esos ojos
celeste cielo, chispeantes, lo convertían en un bocato di Cardinali (que yo me comía sin haber llegado a monaguillo).
Tal cual lo preví, en casa fue muy bien
recibido… Lo sometieron, como era de imaginar, a “un interrogatorio
policíaco”… Ninguna pregunta lo incomodó… Así me enteré de cosas de su
vida que ni por las tapas se me hubiese ocurrido averiguar… Entre ellas
que, después del Juramento a la Bandera (20 de Junio), aunque le daban
un par de semanas de licencia, no viajaría a su pueblo por falta de money… Mamá le ofreció que se viniera a casa… Gabriel no dijo ni sí ni no…
Después, cuando volvimos a vernos en el
polígono, le ofrecí pagarle el pasaje… En privado conmigo, fue más
preciso. No era el pasaje lo que lo frenaba… En tren viajaba gratis. El
asunto estaba en la estadía en su casa… Allí tenían algunos problemas y
si él se sumaba a las cargas familiares, la cosa se ponía muy pesada…
Yo nunca fui lento para dar vueltas las
cosas… Tan pronto como me enteré de cómo venía la mano, en lugar del
pasaje, puse a su disposición el dinero equivalente al mismo (y algo
más, PPP = por lo que putas pudiere), con una advertencia: “si no lo
agarras, lo quemo delante tuyo”. Gabriel sabía perfectamente que yo
podía ser muy putito, pero también sabía que de indeciso no tenía nada y
que si advertía que iba a quemar algo, no debía dudarse de que llegado
el caso lo haría sin titubeos. Aceptó, pero con una restricción: no se
iría por todo el tiempo de la licencia… Unos días antes volvería y se
quedaría conmigo en mi casa.
Él tampoco era lento para acomodar las
cosas… La licencia, según las cuentas, comenzaba al día siguiente de la
Jura, un 21 de junio y debía regresar al cuartel el domingo 7 de julio, a
las 6 de la mañana… No sé con qué embuste logró que le dieran permiso
el mismo 20 de junio y ese mismo día partió para su pueblo… Un armado de
“dedo, camiones y trenes” debía llevarlo en unas 12 horas… Empezaba
el invierno y el frío le hacía los honores.
No supe nada de él hasta el miércoles 3
de julio… Ese a las 7 de la mañana, justo en el momento en que yo salía
para el Colegio: se presentó en mi casa… A los santos pedos lo hice
entrar, lo llevé a mi dormitorio para que se acostara allí (estaba
muerto), escribí una nota para avisarle la novedad a la Blanca, nuestra
empleada, cuando apareciera por la cocina y rajé…
En el Colegio no veía la hora de que se
terminaran las clases… Cuando el timbre anunció que la última había
finalizado, cacé mis cosas y me volví corriendo… Fui directo a mi
habitación… Ahí estaba Gabrielito durmiendo como un lirón… Por supuesto,
no lo desperté… En casa estaban encantados de que hubiese venido… Y
empezaron a organizarse las cosas para una estancia de algunos días:
bajar un catre del ático (creo que esta palabra sólo se usaba en mi
casa, herencia de mi abuela) y un colchón… Se lo dejaría dormir hasta
que despertara por sus propios medios…
Esto ocurrió pasadas las cinco de la
tarde… Vinieron: higiene superficial, almuerzo-merienda y exposición
ante la Comisión Investigadora para que confesara qué había sido de su
vida durante su baja operativa en las Fuerzas Armadas… Era muy
desenvuelto para hablar y las cosas que contó entretuvieron a todos…
A mí no se me ocurrió preguntarle cómo
le había ido en cuanto a sexo… Parece ser que le llamó la atención que
no lo hiciera, porque me lo hizo saber… “No me preguntaste si tuve sexo
en…(su pueblo)”… Claro está, no me lo preguntó en la reunión de familia,
sino después, cuando salimos de casa para ir al centro… Le puntualicé
que “nadie me había nombrado vigilante para que lo controlara” y que
“siempre sería partidario de que hiciera libremente lo que diera
bienestar y felicidad”…
Mis dichos lo dejaron pensativo un
momento, pero enseguida reaccionó… Riéndose me comentó que no había
hecho nada de nada, solo dos pajas para descargar un poco… Por lo demás,
sostuvo que quería estar bien concentradito para cuando volviera a
verme… Se lo agradecí con una sonrisa que fue más bien “un beso
inalámbrico” y cambiamos de tema…
Cuando estábamos en el centro se largó a
llover… Volvimos corriendo a casa y para entretenernos hasta que
llegara la cena, nos pusimos a jugar a las cartas… Jugamos a la “Escoba
de 15”… Tuvo un ligue bárbaro… Carta que necesitaba, carta que le venía…
Conmigo la suerte fue muy avara… Una tras otras me caían las cartas
inservibles… Cuando terminamos el segundo partido, nos llamaron a comer.
Buena cena y a la camita… Pero, antes de
ir a la cama, me preguntó si se podía bañar… Eso yo no lo había tenido
en cuenta en mis cálculos y precauciones… Tal vez porque me parecía algo
natural que cada uno hacía sin pedir permiso… Por supuesto, le dije que
sí y organicé las cosas… Se bañó en el baño chico del primer piso, que
solamente usábamos papá, el tío Rafael y yo, que no nos eternizábamos en
el baño…… Se bañó, se afeitó y envuelto en un toallón sábana vino a la
habitación… Mientras completaba el secado de su cuerpo, me gastó una
bromita… Preguntó, “¿tu hermana también usa este baño?”… Como no sabía a
qué obedecía la pregunta, le contesté que no lo usaba y le pregunté por
qué me lo preguntaba… Sonriente me contestó: “no, porque encontré ahí
el frasco del perfume que vos le robas”… Como capté de inmediato la
ironía, acoté a modo de cañonazo: “cuando hay que pescar un gran
tiburón, cualquier recurso es válido”…
En mi cuarto, las camas tendidas eran
dos… Una, la mía, de bronce, que hoy día tiene más de 100 años y aún
sigo usando, y otra, la acondicionada en un catre para Gabriel… De pique
la que usamos fue la mía… Pese a la estufa de kerosene, encendida desde
las siete y media de la tarde, el ambiente estaba frión, frión… Claro
que con las calorías que traía Gabrielito, el clima no necesitó mucho
tiempo para ponerse bien tropical…
Cuidamos de cerrar bien la puerta, por
las dudas, y, en bolas, nos metimos entre las sábanas… ¡Qué hermoso era
para mí sentirme entre los brazos de un hombre como él!... ¡Cuántas y
cuántos hubiesen querido estar en mi lugar!... No necesitó nada para
descontrolarse… Me quería hacer de todo y quería que le hiciera de todo…
Obviamente no pensaba, actuaba, así, a lo bestia y eso era lo que me
producía todo el encanto que yo sentía… Gabriel era toda vitalidad, un
ser enteramente sanguíneo… ¡Un salvaje adorable!...
Cuando volví a meterme su pija en la
boca, sentí como que tocaba el cielo con las manos… No la quería largar…
Me deshacía en besos, lamidas, chupones y otros chichecitos… Me la
refregaba por la cara y por las tetillas… Era como si me picaneara con
esa fenomenal poronga; pero no para causarme dolor, sino placer… Un
enorme placer…
A la hora de metérmela, opté por subirme
a caballito… Es una de las formas en que la pija entra más adentro y se
disfruta a pleno… Sobre todo cuando uno sabe moverse y logra que la
verga roce todos los puntos sensibles del interior de las entrañas… No
solo goza quien cabalga, sino también goza el caballero que oficia de
armado corcel… En este punto debo señalar que Gabrielito se desvivía
cuando yo simulaba marchar al trote inglés… ¡No quiero ni pensar en el
fuego que le entraba por la pija!... Yo lo percibía en los calores y
ardores que se ensañaban con mi orto, lejos ya de ser el tímido
agujerito de apenas unos pocos años atrás y cercano sí en dimensiones al
gran cráter del Vesubio, cuya lava sepultó a Pompeya…
Muy bien no vienen a mi memoria todas
las cosas que hicimos esa noche… Lo que sí recuerdo es que estuvimos
cogiendo como hasta la una y media y que me echó tres monumentales
polvos… Polvos muy difíciles de olvidar, ya que no se circunscribieron a
meras degluciones de pija, sino más bien fueron épicas cabalgatas por
alturas celestes del placer sexual. Tras la polveada, Gabrielito ocupó su
lugar en el catre y yo seguí en mi cama hasta las seis y media, casi,
en que me levanté (medio muerto) para ir al Colegio… Gabriel siguió
dándole al ojo… Ni se percató del beso que le dí al salir del cuarto ni
de la palpadita con que verifiqué el estado de su verga… ¡Válgame Dios,
la tenía parada y bien dura!... Era el presagio de que la fiesta iba a
continuar…
Por la tarde dormí una siesta… El cuerpo
me lo pedía… Por la noche, estuve nuevamente en condiciones de
“atender” a mi Amo… Él había salido y hecho cosas que, si me las contó,
no recuerdo… Cuando nos fuimos a dormir estaba hecho todo un potro… No
nos privamos de ninguna variante franelera… Como a Gabriel lo enloquecía
que le chupara la pija, se la chupé hasta decir basta… Tal vez porque
chupar pija es una de las cosas que más me saca de la realidad y me pone
en órbita…
A veces, los coitos homosexuales no
resultan gratos y exitosos, porque una de las partes no cumple su rol
con convicción y entusiasmo, y da más bien la impresión de que lo hace a
desgano o por obligación… En la mayoría de los casos en que esto
ocurre, la parte activa es la que adopta esta postura, digamos,
desalentadora… En el caso de Gabriel, ocurría todo lo contrario; su
fervor, ganas y deseos eran tan grandes que el coito, más que coito era
un terremoto de placer… Hoy se diría “tsunami”… Por momentos se me hacía
necesario levantar bandera blanca de parlamento, porque la carga de la
vergara se tornaba insoportable… Mi culo, pobrecito, quedó como las
víctimas de Hiroshima, hecho pelota… ¡Pero, muy feliz!...
Como yo debía atender “otros pacientes”,
me las compuse para que nadie quedara “sin cobertura espiritual”…
Gabrielito ni se enteró… Él todas las noches pedía su ración de orto y
yo se la ofrecía servida en bandeja de plata.
Suponía que se quedaría en casa hasta
primera hora del domingo 7 de julio, en que según lo comentado debía
presentarse en el cuartel; pero el joven decidió prolongar un día más su
licencia y reincorporarse el lunes 8… Como al día siguiente había
desfile y todas esas vainas, cualquier bolazo que invocara para
justificarse, sería aceptado.
La prolongación “manu militari” de la
licencia significó una noche más de amor… ¡Y fue la mejor!... Del
sábado al domingo, Gabrielito estuvo un poquito mezquino: solo me echó
un polvito… Muy bueno, sí; pero como que el culito me quedó con hambre
de algunos porongazos más… Ya se sabe, cuanto más te dan, más querés… El
déficit de garcha se vio ampliamente compensado en la noche del domingo
al lunes, la última de esa serie…
No hay palabras para describir lo que
Gabrielito me hizo vivir en esas horas… Se comportó como una máquina
calentadora… Por primera vez se le dio por hurgarme la cola son sus
dedos, que no eran dedos, sino “miniporongas”… ¡No les cuento cómo me
agrandó el agujero!... En algún momento creo que me metió cuatro dedos y
no contento con eso, se mandó todas las maniobras habidas y por haber,
para abrirme el culo al mango… Tuve unos cuantos orgasmos prostáticos y
el termostato se me hizo moco, porque la calentura no me bajaba de
ninguna manera… ¡Quería pija y más pija!... Me hizo de goma y él quedo
como un trapo…
No sé cómo conseguí despertarme a las
cinco y hacerlo despertar a él… Se bañó, tomó una taza de leche con pan y
manteca y enfiló para el cuartel… En el zaguán, a modo de despedida, me
sacudió unos besos de lengua de esos que hacen época… ¡Cómo me gustaba
que me besara!... Cuando lo vi doblar la esquina rumbo al cuartel, sentí
un no sé qué… Quedamos en que me avisaría por teléfono cuando nos
volveríamos ver en el polígono.
Para no correr el riesgo de dormirme, me
quedé levantado y a las siete partí para el Colegio… Estaba fusilado…
Las ojeras me llegaban a las rodillas… Saqué fuerzas de flaquezas y
seguí… Aguanté hasta la noche… Sin comer, me fui a la cama… No me dormí:
me desmayé… Estuve así hasta el día siguiente, 9 de Julio, a las 11:00
hs, en que pude reaccionar… ¡Era inmensamente feliz!
No tuve noticias del Gabriel hasta el
martes 16, en que me llamó para avisarme que podía ir a verlo al
polígono el jueves 18, como siempre, tardecito… No hace falta que diga
que fui como diligente tragasables que soy… No fui como un desesperado
que hace un siglo que no lo cogen, sino como un satisfecho caballerito a
quien “un amiguito” le había hecho respiración artificial por el culo
el día anterior…
En efecto, el martes 16, después que me
llamó Gabriel, recibí una llamada de Juan José, un amigo a quien conocí a
través de mi primo Chiqui… El pobre tenía la máquina parada y
necesitaba “un técnico” que se la pusiera en marcha… Y, para técnico,
YO… Al día siguiente, miércoles 17, por la tarde, fui al departamento de
Juanjo y lo puse en marcha… ¡Quedó como nuevo!... ¡Y yo ni les
cuento!... De ahí que fuera al polígono contento y sin apremio…
Quien estuvo apremiado fue Gabriel… Ni
bien quedamos solitos, me llevó al Despacho y me surtió como para todo
el Campeonato… ¡Qué bien cogía, con cuanto apasionamiento!... La verdad
es que tenía un arte increíble para hacerme calentar y no ver ni desear
otra cosa que no fuera su pija… Cogimos un buen rato y la cortamos
porque se tenía que volver al cuartel.
Así, entre reuniones de tiro en polígono
y algunos fines de semana en casa discurrió el final del año 57 y
empezó uno nuevo… En enero tuvo nuevamente una licencia y visitó su
pueblo… De regreso, debió esperar a que yo volviera de mis vacaciones
para que le diera lo que él quería… El mes de febrero se pasó volando,
pocos días después de los comicios en que fue elegido presidente el Dr.
Frondizi, le dieron de baja… Una semana estuvo Gabriel en casa
haciéndome de las suyas y, después, se fue… Fue una semana de locura…
¿Cómo hubieran sido nuestras vidas de
haber seguido juntos?... No, mejor no pensar en esas cosas… Vale más
preocuparse por mantener la memoria de los momentos tan espléndidos
vividos y solo eso, memoria… Para pensar, pensemos que la guerra es
eterna y hay que estar siempre listo por si es necesario tragarse la
bala, pués si así fuere: hay que abrir bien grande la boca y todo cuanto
haya que abrir… ¿Para qué?... Para Servir a la Patria.
Epílogo: Hace pocos
días, revolviendo una caja con viejas fotografías, tuve la sorpresa de
encontrarme con una imagen que, de solo verla, me transportó a un pasado
remoto, hace más de medio siglo… La fotografía era del Soldado
Conscripto Gabriel Ricardo M. (Clase 1936). La dejó en casa, olvidada, a
principios de 1958, cuando partió de regreso a su pueblo natal, tras
haber cumplido con el Servicio Militar Obligatorio... Los recuerdos que
me trajo esa foto me inspiraron este relato…
¿También tienes un encuentro Militar que contar? Envía tu relato con tu nombre o apodo y la ciudad de donde escribes a academiamilitargay@hotmail.com
Eduardo
¿También tienes un encuentro Militar que contar? Envía tu relato con tu nombre o apodo y la ciudad de donde escribes a academiamilitargay@hotmail.com
que relatooooo, pero me dio nostalgia al final
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