sábado, 7 de noviembre de 2015

El rigor Militar (y IV parte)

Autor: Esteban
Pachuca de Soto, México


Ramírez creía haber cumplido su castigo, tanto él como su amigo habían realizado actos que nunca pensaron que llegarían a hacer.

Ramírez: ¿Ya me puedo ir, señor? Ávila: No Ramírez, no es bueno que ande por allí solo, espérenos un momento, su amigo y yo estamos por terminar, además, usted nos puede ayudar. González miró a Ávila con desconcierto. Ávila acomodó una de las sillas frente a la de Ramírez y se sentó.

Ávila: Venga González, párese al frente mío. El soldado obedeció y se puso de pie frente a Ávila. El bulto del joven quedó a la altura de la cara de su superior. Ávila: Ahora me toca a mí ayudarle – dijo Ávila mientras levantó su mirada hacia González y le sonrió. Ávila empezó por acariciar el bien formado abdomen del soldado. Pasó sus manos por su cintura y llegó a sus pantaloncillos. González inclinó su cara hacia el techo, se imaginó lo que seguía.

Ávila puso sus manos en la espalda baja del muchacho y las deslizó hasta tocar su culo dentro de los pantaloncillos. Posteriormente, deslizó la prenda por las piernas del soldado llevándola hasta el piso y desnudándolo. Levantó de nuevo su mirada y se encontró con la verga dormida del joven. Sin pensarlo dos veces empezó a lamer alrededor de la misma. Lamió la base del pene y lamió el escroto dedicando un tiempo a cada una de las güevas del muchacho.

Ramírez no podía creer lo que estaba viendo: Ávila definitivamente tenía un gusto por los hombres. Obligarlos a tener sexo no había sido un castigo, él lo disfrutaba. Ávila: Sí González, a usted le está yendo mejor. Y todavía faltan cosas aún mejores – Le decía Ávila mientras lamía la zona de su pene. Ávila volvió a llevar sus manos por el torso y las piernas del muchacho. Aprovechaba también para darle una caricia en el culo. 
De repente, levantó con una mano la dormida verga de González, la llevó a su boca y empezó a mamarla. González no tenía una erección, por lo que Ávila podía tragarse toda su verga. El joven miraba hacia el techo mientras empezaba a recibir los estímulos del sexo oral. De vez en cuando miraba también a su compañero quien no salía de su asombro. Ávila empezó a acariciar los glúteos del muchacho mientras le seguía practicando sexo oral.

La excitación del Teniente iba en aumento, hasta el momento se había controlado pero ahora no podía esconder las ganas que tenía de formar parte del "castigo" que él se había inventado. El tiempo transcurrió y el cuerpo de González no pudo ignorar más los estímulos que producía en su pene la boca de Ávila. Lentamente empezó a experimentar una erección mientras su respiración se fue agitando. Ávila: Que bueno que ya le esté gustando González. El joven soldado no era de madera al fin y al cabo y, tras una mamada como bien las sabía dar Ávila, su pene alcanzó un gran tamaño. Ahora Ávila no podía tragar toda su verga, pero con una mano tomaba la parte que se quedaba por fuera y la compensaba con leves caricias de masturbación. 

El soldado recibió la mamada por un buen tiempo hasta que Ávila decidió que era suficiente. Ávila: Siéntese aquí González – le indicó Ávila señalándole sus propias piernas. El soldado obedeció y se sentó sobre Ávila. Este tomó entonces la verga del joven y empezó a masturbarlo al mismo tiempo que lamía su espalda. La verga del teniente estaba dura ante tanto morbo y sobaba su bulto en el culo del muchacho. González seguía sintiendo el placer provocado por la mano fuerte y las técnicas eróticas de Ávila. 
Ávila: ¿Le gusta, González? – el soldado no respondía – ¿Le gusta?, tiene la verga muy dura ya. ¡Respóndame, ¿le gusta?! – gritó Ávila. González: Sí, sí señor, me gusta – respondió González por complacer a Ávila solamente. Ávila: Ramírez, acérquese – Ramírez se levantó de su silla y caminó hacia los dos hombres – Venga para acá Ramírez, acérquese a mí. – El soldado se paró junto a Ávila – Agáchese un poco. Cuando Ramírez se inclinó hacia Ávila, éste lo rodeó por la nuca con un brazo y lo trajo hacia sí poniendo su boca en la del soldado. Ramírez intentó resistirse por el impacto pero terminó por resignarse. Ávila besó a Ramírez con pasión, llevando su lengua por toda la boca del soldado. Succionando la lengua del joven y buscando que éste le correspondiera, pero Ramírez se limitaba a mantener su boca abierta. Ávila: Ramírez, párese frente a González, pero dándole la espalda – dijo Ávila tras terminar de besarlo. 

El soldado caminó al frente de González y se paró mirando hacia la pared. Ávila: González, tome de nuevo el culo de Ramírez, necesito que me ayude – González obedeció las órdenes mientras Ávila le seguía masturbando – Separe las nalgas de Ramírez – Eso hizo el soldado dejando al descubierto el ano de su amigo – Muy bien, ahora empiece a lamerlo González, necesito que me ayude a preparar a Ramírez. Ambos jóvenes se quedaron inmóviles ante las instrucciones de Ávila. Ávila: Cooperen señores, después de esto no los molestaré más. González acercó su cara a las nalgas de su amigo, lo hizo con repulsión. Abrió su boca, sacó su lengua y la llevó al ano de su amigo empezando a lamerlo. Ávila empujó la cabeza de González en el culo de Ramírez y el primero empezó a lamer con más intensidad, no le quedaba otro remedio. La escena continuó por unos momentos. 

Ávila masturbaba a González y le sobaba su duro bulto en el culo. González, sentado en las piernas de Ávila, recibía una paja y lubricaba con su saliva el ano de Ramírez. Ávila: Muy bien González, levántese. – Ávila también se puso de pie – Ramírez, vuelva a apoyar las manos sobre la mesa y abra las piernas. Ramírez: Sí señor. Ávila: González arrodíllese, baje mis pantalones y saque mi verga. El soldado siguió las instrucciones de Ávila mientras su superior empezó a masajear el ano de Ramírez con sus dedos y le decía: Ávila: Tiene que relajarse Ramírez, no le va a doler, trate de disfrutarlo. González bajó los pantalones de Ávila dejando al descubierto su enorme bulto con su verga dura. Ávila tenía un cuerpo muy bien trabajado, su piernas eran fuertes, su torso definido y atlético. Ávila: González, saque mi verga, necesito que me la lubrique. González: No entiendo señor. Ávila: ¡¡¡Necesito que me la mame González!!! ¡Que me la moje bien con su saliva! – gritó Ávila. González accedió y bajó los pantaloncillos de Ávila. Su verga se liberó de la presión rebotando. González la cogió, la miró por un momento y cerrando sus ojos la llevó a su boca, improvisando una sesión de sexo oral para su superior. 
Ávila: Sí González, siga, no lo hace nada mal. ¡Siga! Pasaron unos segundos hasta que Ávila sintió que estaba bien lubricado y el culo de Ramírez estaba bien abierto tras el masaje que le había dado. Ávila: Muy bien González, deje de mamar. ¿Está listo Ramírez? Ramírez: Sí señor – respondió el soldado en voz baja. Ávila llevó su verga mojada hasta el ano de Ramírez. Ávila: Abra más las piernas. ¡González, separe las nalgas de su amigo! Tomando su fuerte verga con una mano, puso el glande en el ano del soldado y empezó a empujar suavemente. Sin detenerse fue metiendo milímetro a milímetro toda su verga en el virgen ano del joven que fruncía su cara ante el dolor que sentía. 

Ávila lo hizo suavemente, muy despacio hasta que la entró toda. Sintió como el ano del soldado abrazaba su verga. Sintió el calor del cuerpo del virgen muchacho. Sintió un placer enorme al poder disfrutar de ese culo que con tanto morbo había observado toda la noche y sintió los deseos de tener un orgasmo en él. Empezó a mover sus caderas con fuerza mientras Ramírez gemía por el dolor. Ávila: Tranquilo Ramírez, ya va a pasar el dolor. González se había retirado un poco y observaba la escena. Ávila movía sus caderas cada vez mas rápido y Ramírez se quejaba menos. El joven soldado estaba experimentando ahora un leve placer en su cuerpo. Los estímulos estaban logrando que su pene se endureciera contra su voluntad. Ávila acariciaba su espalda y tocaba su cara, pasaba sus manos por sus piernas, por todas partes. 
Ávila: Sí Ramírez, que rico, sí... – le decía. La respiración de los dos hombres era entrecortada. González estaba aterrado ante lo que esteba presenciando. Ávila: González acérquese – el soldado caminó hacia ellos – mastúrbese González, usted también tiene que disfrutar. González tomó su pene, que ya había perdido la mitad de su tamaño, y trató de revivirlo. No fue fácil pero logró una erección nuevamente y empezó a masturbarse rítmicamente, en forma. Ávila: Más rápido González, quiero que se venga antes que yo. El joven soldado cerró sus ojos para concentrarse y recordó mil imágenes eróticas en un segundo. Pasaron unos momentos de silencio, de gemidos de placer emitidos por Ávila y de suspiros de placer y dolor retenidos por los muchachos.

Después de unos minutos, González sintió que llegaba el momento de su orgasmo. Apretando fuertemente su verga y tensionando su cuerpo, consiguió entrar en el camino del placer final. 
Ávila: ¡Eso es González, siga masturbándose! Ramírez, me encanta su culo, que rico... Llegó el momento para González, tras casi torturar su verga, consiguió eyacular salpicando su abdomen, su mano y el piso. Ávila estaba extasiado ante la visión del joven teniendo un orgasmo y su cara de satisfacción. Seguía penetrando a Ramírez y estaba a punto del orgasmo también. Pasaron unos momentos hasta que sintió que su verga necesitaba desalojar el semen contenido en sus guevas. Abrazó fuertemente a Ramírez, hundió su verga con todas sus fuerzas en su joven culo y derramó su semen en las entrañas del muchacho. Ramírez sintió como el pene de Ávila palpitaba en su interior, sintió las cargas de leche que le disparó, fueron varias. No se lo explicaba pero había sentido un placer netamente físico durante la penetración, su pene incluso alcanzó una semi erección ante los estímulos en su ano, así su mente no lo deseara. Ávila vivió todo el placer en el culo del joven muchacho. Se mantuvo inmóvil, uniendo su cuerpo al de Ramírez hasta que sintió que todo había pasado. Lentamente, retiró su verga al mismo tiempo que se secaba el sudor de su frente. Ramírez empezó a perder su erección en ese momento. González detuvo su masturbación. 

Ávila: Señores, han cumplido su castigo, pueden vestirse, limpien todo por favor – ordenó Ávila jadeante. González limpió el semen de su mano regándolo en su cuerpo y con su ropa limpió el que había salpicado en el suelo. Ramírez empezó a vestirse sin mirar a ninguno a los ojos. Ávila se acomodó sus pantaloncillos y su pantalón. 

Ávila: Muy bien señores, ya han pagado la falta. Ahora pueden irse a descansar y espero que esto no vaya a salir de nosotros tres. Es mejor que seamos discretos. Ramírez: Sí señor. Ávila: Y no se preocupen, pueden seguir trayendo sus revistas... Eso sí, algún día los buscaré para que entre los tres volvamos a calmar nuestros impulsos jaja...

Fin. 

Les agradezco por haber leído mi relato y me gustaría leer sus comentarios.
Esteban
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