jueves, 6 de septiembre de 2012

Una experiencia entre gay y hetero


Autor: Anakin
Madrid, España


En el fondo había tenido suerte con el destino del servicio militar. La mili era un engorro que quería quitarme de enmedio enseguida, y aproveché una mala racha en mis estudios para replantearme lo que quería estudiar y, de paso, cumplir con "mi servicio a la patria". Para allá me fui con 18 años recién cumplidos.

Me tocó en un cuartel en las afueras de Madrid donde enseguida me sentí como pez en el agua. No había pasado de hacerme pajas con un amigo de mi pueblo, con 13 o 14 años, aunque con tías sí que había follado bastantes veces, e incluso tenía novia en aquel momento. Encontrarme de repente rodeado de decenas de tíos que se duchaban juntos, se cambiaban, meaban... aquello era un sueño, aunque tuve mucho cuidado de no demostrar mi condición de gay. Un par de veces se me puso el rabo tieso en las duchas. Que mal rato... Pude salir bien las dos veces porque me comporté como un "machote", agarrándome la polla sin pudor y diciendo las ganas que tenía de meterla, e incluso diciéndole a un novato que si volvía a pasar su culo cerca de mí, que me lo tiraría, cosa que provocaba las risas de todos.

A los cuatro meses me destinaron a las cuadras. Nadie en la compañía tenía estudios. Éramos una pandilla de patanes y nos tenían reservados los trabajos que no hacía nadie más en el cuartel. Cocina, basura, limpieza, lavandería... Las cuadras no eran lo peor, porque te mantenían todo el día alejado de los mandos, que no iban por allí. Te podías "escaquear" sin ningún tipo de problemas.

En las cuadras había una docena de caballos y yeguas, además de un par de perros. No daban mucho mal los animales, y parte del día estabamos al aire libre haciéndoles trotar. Yo nunca había tratado así con animales, y mucho menos había pensado en follar con un animal, y al principio de estar destinado allí ni me lo planteé.

Un día trajeron a un semental para que montara a una de nuestras yeguas. Era más grande que nuestros caballos, y nada más ver a la yegua empezó a lanzar bufidos. Olía que estaba en celo. El caballo se quedaría unos días, y un veterinario controlaría las montas. Nuestro cometido fue ponerlos en establos continuos, para que se reconocieran y se calentasen. Los olores que emanan del coño de la yegua en celo ponen al caballo a tope en segundos, es increíble.

A la hora de estar así, aproximadamente, el veterinario dijo de juntarlos. Los llevamos a un establo más grande y vimos cómo se olían mutuamente. El macho empezó a desenfundar una verga increíble. Era como si le estuviera saliendo un brazo o algo así. Sus huevos también crecieron de tamaño. La hembra levantaba la cola, dejando a la vista del caballo su vagina. Enseguida el caballo se puso en posición y, tras varios intentos fallidos, se situó detrás de ella en la postura correcta. Su polla era ya como un brazo de un hombre, enorme y soltando ráfagas de líquido. El veterinario dijo que era líquido preseminal, como el que nos salía a nosotros antes de clavársela a una tía.

El caballo culeaba pero su verga se deslizaba por los costados de la hembra. El veterinario entró en el establo a ayudarle y le agarró la polla con las dos manos, llevándosela al coño. Los tíos, unos diez o doce, les gritábamos guarradas del estilo de "tíratela..., dale rabo a esa guarra...", partiéndonos el culo de risa. El caballo sintió cómo su capullo tocaba con una superficie húmeda y conocida. Su polla pareció inflarse aún más, de golpe, y empezó a encular. Le metió más de treinta centímetros en la primera enculada, y en la segunda sus huevos chocaron con la hembra, que bufaba y se movía, pero no podía liberarse del macho, que la agarraba con las patas.

La follada duró unos pocos minutos, muy pocos. Cuando el veterinario nos advirtió de que se estaba corriendo, todos comentamos que, a partir de ese día, habría que llamarlo "Billy el rápido", y que seguro que había dejado a la hembra con ganas. El caballo se bajó enseguida, sacando la polla todavía muy empalmada. Tras la polla salió una oleada de semen, que se deslizaba por el coño y las patas. El conejo había quedado muy abierto. Se veía totalmente el agujero a través de los labios de la vagina. El veterinario dirigió su mano al conejo y lo taponó. Nos dijo que no podía desperdiciarse ese semen, y que evitáramos que la yegua se echara en el suelo, ya que expulsaría mucho más.

Cuando se fueron y nos quedamos limpiando, todos los tíos estuvimos comentando el polvo entre risas y comentarios salvajes. Uno de los tíos tenía una polla enorme. Yo se la había visto empalmada mientras se vestía por la mañana, y era la polla de tío más grande que había visto. Le dije que ya habíamos visto una verga más grande que la suya, que ya podía dejar de pavonearse por la compañía. El tío lo reconoció, aunque nos recordó que la tenía mucho más grande que todos nosotros. Otro comentó que un colega suyo con el rabo muy grande también tenía problemas porque las tías no se dejaban follar. Lo intentaba, pero les hacía daño, y eso que ese tío tenía la pirula, según dijo, más pequeña que nuestro compañero. Más delgada.

Mi compañero reconoció que era verdad, que en realidad solo había follado con un par de putas, porque le hacía falta que el coño fuera casi como el de la yegua para meterla a gusto. Yo le dije que si ahora se la metía a la yegua que había follado, incluso ni se enteraría. Otro compañero nos dio la clave. Nos soltó que la yegua se entera, que él había visto a un veterano recién licenciado tirarse a una, y que la yegua estaba encantada, y él tambien, que era como el coño de una tía de bueno. Comentó que varios tíos lo habían hecho alguna noche de ciego, y que habían repetido.

Yo miré hacia la yegua, que estaba de pie ofreciéndonos el coño. Cuando movía la cola todavía se le distinguía semen del caballo. Miré a mi colega y le dije "pues parece que te está esperando, tío...". Él, en plan reto, me dijo que no se lo dijera dos veces, y otro par de tíos empezaron a corear "que se la tire, que se la tire...". Mi compañero dijo un juramento y se empezó a sobar la huevera, dirigiéndose hacia la yegua. Nos dijo que le teníamos que ayudar. Todos nos acercamos, divertidos, y acercamos una silla para que pudiera quedar a la altura idónea.

Se quitó los pantalones diciendo que tenía unas ganas de la hostia de meterla en adobo. El rabo le llegaba hasta mitad de pierna, y lo tenía también muy gordo. Yo estaba totalmente empalmado ante la escena. Estaba viendo cómo un colega se iba a tirar a una yegua. Vi que otros tíos también estaban empalmados, porque todos estábamos con las manos en la polla. Mi colega apuntó y le hizo la mejor clavada que he visto nunca. Vi cómo su polla se perdía dentro del coño lubricado por el semen del caballo. Cuando sus huevos chocaron con la vagina, se quedó semen pegado en los pelos. Le metía buenas clavadas, metiendo y sacando la polla entera. Era interminable. La yegua estaba quieta y se dejaba hacer. Enseguida mi colega empezó a decir que se correría enseguida y culeó más rápido. Hubo un momento que casi se cae, y nos pidió que le agarráramos. Otro amigo y yo que estamos a ambos lados de él le pusimos las manos en los costados, por encima del culo. Fue la hostia seguir su follada, aún sabiendo que yo nunca probaría ese rabo. 

Cuando se corrió apretó el culo y mantuvo el rabo muy adentro. Dijo que nunca había podido correrse empujando dentro porque las tías se quejaban de dolor. Sacó la polla llena de leche, muy sucia, pero gimiendo de gusto y diciendo lo mucho que le había gustado.

Otro colega me animó entonces a mí. "Oye", me dijo, "hoy tú ibas empalmado buscando agujeros por las duchas, y diciendo que tenías ganas de mojar, pues mira..."

El resto lo cuento otro día...

Anakin


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