miércoles, 9 de octubre de 2013

Casos de terapia: El Militar retirado

Autor: Diego Morbus
Indianápolis, Estados Unidos


Me encontré con "A" por primera vez y supe que algo ocurriría con él en algún momento de nuestras sesiones. Y no estaba equivocado.

"A" comenzó sus sesiones hace poco más de un mes. Aunque sólo tiene 31 años, ya su cabellera recortada está poniéndose canosa, especialmente en las grandes entradas que tiene sobre sus sienes. Su piel, morena y lampiña (exceptuando unos pocos vellos en su pecho), me atrajo pero más lo hizo su mirada penetrante, como si siempre te estuviera examinando o examinándome.

Cuando llegamos a su tercera semana, se quedó después del grupo. Eran las 9 de la noche y me dijo que quería conversar algo en privado conmigo. 

"Por supuesto. Sólo dejame guardar esto"- le dije mientras empujaba el televisor que habíamos utilizado en la clase.

"Yo le ayudo"- se ofreció mientras el último de los clientes cerraba la puerta.

"Déjame entonces echar llave, no vaya a ser que nos asalten"- le dije sonriendo. Cerré la puerta con llave quedando en el edificio solamente él y yo. "Excellente", pensé.

Caminamos hasta la pequeña bodega donde se guarda el televisor a un lado del salón.

"¿Qué te pasa? ¿En qué te puedo ayudar?"- le dije mientras observaba, yo caminaba detrás de él, como sus nalguitas paradas se movían de un lado a otro.

"He pensado mucho en mi relación con mi esposa…"- comenzó diciendo al mismo tiempo que llegábamos a la bodega. "…Y quiero preguntarle algo…que me da pena…"

"Recuerda que todo lo que hablas conmigo es confidencial"- le comenté utilizando una de mis mejores armas.

"A" metió el TV en su lugar y se quedó al lado de él viéndome a los ojos. Sentí como su mirada me dominaba.

"¿Todo?"- preguntó después de unos instantes.

"Todo"- le confirmé sin moverme del dintel de la bodega.

"Creo que soy gay"- su vista estaba fija en la mía. Sus pequeños ojos negros me miraban inquisitivamente.

"¿Por qué lo dices?"- le pregunté sin inmutarme.

"Hace años cuando estuve en la marina tuve un amante… era mi compañero… y nos cogimos varias veces…"- las palabras no fluían con la normalidad de siempre, como "A" habla en cada uno de los grupos. "Luego me salí de la marina, y nunca más lo volví a ver… me casé y hasta… hasta… hace unas semanas creí que había dejado aquello atrás".

Esperé unos segundos que continuara, pero por primera vez bajó la vista y se calló.

"¿Y qué es lo que ha pasado desde entonces?"- pregunté. Observé que su camisa estaba entreabierta y sus vellos pectorales se notaban allí en su tórax.

"Me he fijado en otro hombre… y lo deseo"- levantó la vista y me pareció ver un bien disimulado guiño en su ojo derecho.

"¿Y qué piensas hacer?"- le pregunté.

"¿No me va a preguntar quién es?"- fue su respuesta.

"Creo que no me incumbe… pero si me lo quieres decir…"- no terminé mi frase.

"Sí…"- me dijo dando un paso al frente. "Es usted". Sentí su respiración entrecortada en mi rostro. En un abrir y cerrar de ojos, literalmente, sus labios rozaron los míos.

Aunque había disfrutado de su presencia en el grupo de terapia, y me lo había imaginado más de una vez desnudo, no estaba preparado para ese beso. No cerré los ojos mientras "A" cerraba los suyos y prolongaba su beso. Su lengua húmeda me exploró la mía que se encontraba seca e inmóvil. Al notar mi reacción abrió los ojos y retiró su boca de la mía.

"No… no…"- le dije mientras sonreía y lo atraía de vuelta a mí con ambas manos. "Sólo estoy sorprendido"- le expliqué al oído abrazándolo fuertemente. 

"No sabía como decírselo"- me comentó poniendo sus dos manos sobre mi pecho.

"No me digas nada…"- le solicité jalándolo hacia afuera de la bodega. "Recuerda que todo lo que hacemos en este salón es confidencial"- siempre utilizo esa frase para evitar el que lo que hago extracurricularmente con mis clientes sea utilizado en mi contra.

"No tengo ningún problema con eso"- me dijo abriendo nuevamente su boca. Esta vez sí cerré mis ojos y me fundí en un largo beso con el militar retirado. Sentí como nuestras lenguas danzaban al son de la música del deseo. Rápidamente nuestra ropa cayó a la alfombra donde solo unos minutos antes habíamos tenido la terapia de aquella noche.

"Lo deseo tanto…cada vez que habla me imagino que me está cogiendo"- me confesó al desabrocharme el pantalón. "Y es tan peludito como me lo imaginaba".

"Tu piel…¿es toda tan bronceada?"- le pregunté antes que se quitara el slip blanco que llevaba.

"¿Por qué no lo descubre?"

Me agaché quitándome los zapatos y las calcetas y puse mi boca en el trasero de "A". Con mi lengua exploré lentamente aquel par de nalgas bronceadas hundiéndome en la abertura velluda que cubría el slip. Sentí el olor a sudor y casi me detuve, pero recordé que aquella oportunidad quizá era única así que el asco que me dió al principio lo contuve hasta quitarle con mis dientes el pedazo de licra que quedaba entre mi boca y su culo. Las nalgas aparecieron un poco más blancas, con el color natural de su piel, pero jugosas y como invitándome a comérmelas. Y lo hice. Me las comí como si fueran un par de duraznos, mordisqueándolas de vez en cuando mientras "A" se balanceaba de un lado en otro en medio de una danza de placer que se prolongó por varios minutos. Le dí uno de los besos negros más prolongados que he dado en mi existencia haciendo que los vellitos del orto se le mojaran con mi saliva que mi lengua experta le iba dejando por cada milímetro de su rico culito. 

Le tomé las caderas levantándome rápidamente y colocándome de rodillas mientras mi verga se rozaba con sus nalgas. Un escalofrío libinidoso me recorrió la espalda a la misma vez que "A" se abría su culo con una de sus manos.

"He soñado con esto tantas veces"- dijo enmedio de un largo suspiro. "Hágame suyo"- dijo en forma suplicante.

No lo hice esperar. Mi verga ya estaba lubricada por toda aquella acción y no me costó nada el comenzar a introducírsela. Se deslizó lentamente por la abertura mientras el esfínter se ensanchaba para darle paso a mis 16 centímetros de carne dura. 

"Ahh…ah…"- suspiraba mientras volvía a poner su mano sobre el suelo a la par de la otra y así no perder el equilibrio.

"¿Te gusta así?"- le pregunté.

"Ay… qué rico…dele…dele…"

Entonces me avalancé sobre él y lo cogí con intensidad bruta.

"¡Ay… qué bárbaro…no me cogían así desde que estaba en la marina!"

"Pues aquí te va tu mástil"- le dije entrando con toda mi verga dentro de su culo apretado. Mis huevos pegaban una y otra vez en sus nalgas rebotando rítmicamente mientras dejaban salir su néctar en las entrañas del militar retirado.

"Uhh..ayy…"- dije enmedio de la explosión de semen.

"Sí, mi hombre, dele, cójame con todas sus fuerzas"- me dijo él mientras se masturbaba su propia verga y depositaba su semen en la alfombra. "Ay…ay…"- dijo viniéndose.

Al levantarme no le dije nada, simplemente le di la mano para que se pusiera de pie.

"A" se levantó y se fue directamente al baño a traer papel higiénico con el que limpió su semen. Yo me tiré sobre una silla reponiendo mis fuerzas. Él se retiró a botar el papel sucio y al regresar se agachó frente a mí poniéndose de rodillas.

"Déjeme limpiársela"- me dijo tomando mi flácida verga con su mano. Se la engulló toda mientras saboreaba el semen que me quedaba sobre ella. Sacó su boca. "Hace tanto que no probaba este néctar"- me comentó poniéndose de pie.

No sabía qué decirle, pero él me dio la pauta.

"¿Me dejará probarlo otra vez?"

"Sólo dime cuando"- le contesté mientras recordaba cómo les enseñaba a mis clientes que una de las cosas más importantes en una relación es la honestidad. Creo que yo estaba siendo honesto.

Diego Morbus


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