Autor: Pantera
Montevideo, Uruguay
Eran los `90, la Guerra del Golfo había influenciado en la moda y se
usaban los borcegos militares, las remeras, gorros y todo lo que fuera
camufladas, yo tenía una remera de manga larga de lycra camuflada comprada en “Boy & Freaks” pero de origen canadiense, era el inicio
de las multimarcas, de las top-models, del minimalismo y del súper
lookeao.
Recuerdo que iba caminando por Wilson Ferreira Aldunate hacia la
rambla, al cruzar San José vi a la distancia un militar parado en la
vereda, recuerdo que lo miré desde casi una cuadra a la distancia solo
porque se usaba lo camuflado y quería cersiorarme al llegar a su lado que
el camuflado de mi remera era auténtico, cuando estuve lo
suficientemente cerca pude comprobar que efectivamente el camuflado de
mi remera era el indicado y sonreí feliz.
“¡¿Sabe por dónde está caminando?!” dijo una voz firme y viril… Me
sorprendió, asombró y asustó la pregunta… Enseguida pensé “Estaré
caminando por una zona militar restringida” – “Será zona militar de
tránsito solo para uniformados” y casi al iniciarse mi tercer
pensamiento el cual comenzaba por un “Estaremos en dictadura nuevamente
y…” Decidí cortar por lo sano, detuve mi marcha, miré hacia atrás y
respondí “Supongo que sí…” El militar parado en la puerta de un garaje
con una boina negra hacia el costado me dijo “Está caminando frente a un
juzgado militar”, comentario al que miré directamente a los ojos del
uniformado y gesticulé un silencioso “¿Y?”. Inmediatamente el viril
soldado desde su postura de “¡Yo tengo el poder!” me invitó a conocer
las instalaciones; sinceramente no entendía mucho hasta el momento
después del choque de dos neuronas en mi cerebro las que me susurraron
“Te está cargando, quiere tener sexo, los militares también son
personas”...
En ese momento ya estaba en la visita guiada mirándole las
nalgas que me saludaban en cada paso que el sexy warrior daba. La visita
muy convenientemente terminó en el dormitorio donde los soldados
dormían en las típicas cuchetas que se pueden ver en las películas de
guerra. A mis 18 años ya hacía rato que había probado el sabor de una
buena pija, pero nunca una camuflada y el morbo corría por mis venas, la
calentura y el sexo afloraban por mis poros y el milico ardiente,
seductor y caliente con una simple mirada a su miembro viril acompañada
de una sonrisa cómplice dio por iniciada la era militar en mi vida.
El machote se agarró el bulto por encima del uniforme, me relamí los
labios asegurándole mi complicidad y disposición; enseguida se
desabrochó el cinturón, abrió la bragueta y bajó su pantalón. Yo por mi
lado me arrodillé mirándolo a los ojos y abrí mi boca, él exclamó “Eso,
abra la trucha putito”, con una mano se agarró la pija y con la otra me
agarró de la nuca, empujando mi cabeza hasta tocar con mis labios su
pelvis, y es que de un solo movimiento metió su verga en mi boca sin darme
tiempo al titubeo, este militar sabía lo que quería y tenía experiencia
en el tema.
Todo el tiempo se imponía y daba órdenes específicas
detallando lo que tenía que hacer: “Lama la cabeza” – “Chupe los huevos”
– “Chupe el tronco de la pija mirándome a los ojos” – “Pídame pija y
relámase la boca”... Era la primera vez que sentía el ácido gusto al
sometimiento, el ser humillado por un macho reacio e hijo de puta que me
miraba con cara de asco y placer mezclándose en un mismo gesto, que
gozaba más que yo y no me dejaba opinar ni detenerme; era claro que él
mandaba y yo debía hacer todo lo se me ordenada, era algo nuevo, algo
que me gustaba y embriaga de placer.
“¡En 4 patas en la cama!” gritó firmemente, me agarró las nalgas con
las manos, las separó firmemente, tanto que sentí la tensión de mis
músculos al máximo y mi ojete expuesto, “Que buen culo, hay que
partirlo” exclamó el uniformado. Rápidamente sacó de su bolsillo un
preservativo, se lo coló, el primer gargajo lo echó en su mano, frotó su
pija para lubricarla, acercó su cara a mi culo y largó el segundo
escupitajo directo a mi culo, sentí cómo la saliva chocaba en mi ojete y
antes de comenzar a deslizarse hacia abajo detuvo el chorro con su
pija, la movió hacia arriba y abajo lentamente lubricando todo mi ojete y
sus alrededores y puso su pija en el orificio, la soltó y agarró
nuevamente mis nalgas, esta vez con mas fuerza pero no para abrirlas
sino para sostenerlas y comenzó la penetración, primero metió solo la
cabeza y la sacó por completo, observó el culo que se contraía y al
dilatarse nuevamente la metió, repitió el procedimiento
varias veces hasta que por fin sentí sus pendejos recortados chocar en
mis nalgas, con un movimiento secundario trancó su pija dentro de
mi culo y me agarró de la cintura; en ese momento supe que la
delicadeza había terminado y el militar exclamó “Ahora vas a saber lo
que es bueno”, mi error fue susurrar “Despacio que me duele”... Esa frase
enfureció al uniformado, el que me dio una suerte de remiendo de palmadas
y gritó “¡Acá se hace lo que yo mando, ¿está claro?!”… ¡Las palmadas y
puteadas siguientes me dejaron las nalgas rojas y los oídos sordos!
Por 45 minutos supe lo que era ser sometido, dominado por un militar degenerado y alzado que le gustaban más los culos de los gays que la concha de su esposa. El sonido que producía la pelvis del milico al chocar con mis nalgas retumbaba en la habitación y mis gemidos provocaron que se callara el militar para dejarse llevar por el placer de un culo apretado y unas nalgas rosagantes de un pendejo que estaba siendo penetrado sin piedad y con la fuerza de un macho que entrena 8 horas al día en el algún cuartel de la zona metropolitana.
Al terminar el garche, el militar retomó la calma, me preguntó si
estaba bien y si me había gustado y me dijo: “Llámame al 900 3688
después de las 22 hs, por dos semanas voy a estar, vení y te cojo cuantas
veces quieras”.
Unos días más tarde marqué 9 – 0 – 0 – 3 – 6 – 8 – 8 y una voz en el teléfono dijo “Juzgado militar, buenas noches” y la historia se repitió una y otra vez y el sexo cada vez era mejor, le estaba tomando el gusto a coger con machos militares, casados y más grandes que yo.
Este ritual lo repetí por muchos años y hoy en día si llamas a ese número siempre luego de las 22 hs, seguramente un ardiente militar atenderá el teléfono y si gusta del placer de un buen culo, sabrá como hablarte si tu sabes hacerte entender…
Pantera
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