viernes, 5 de septiembre de 2014

¡Sí, Señor!

Autor: Pantera
Montevideo, Uruguay


Eran los `90, la Guerra del Golfo había influenciado en la moda y se usaban los borcegos militares, las remeras, gorros y todo lo que fuera camufladas, yo tenía una remera de manga larga de lycra camuflada comprada en “Boy & Freaks” pero de origen canadiense, era el inicio de las multimarcas, de las top-models, del minimalismo y del súper lookeao.

Recuerdo que iba caminando por Wilson Ferreira Aldunate hacia la rambla, al cruzar San José vi a la distancia un militar parado en la vereda, recuerdo que lo miré desde casi una cuadra a la distancia solo porque se usaba lo camuflado y quería cersiorarme al llegar a su lado que el camuflado de mi remera era auténtico, cuando estuve lo suficientemente cerca pude comprobar que efectivamente el camuflado de mi remera era el indicado y sonreí feliz.

“¡¿Sabe por dónde está caminando?!” dijo una voz firme y viril… Me sorprendió, asombró y asustó la pregunta… Enseguida pensé “Estaré caminando por una zona militar restringida” – “Será zona militar de tránsito solo para uniformados” y casi al iniciarse mi tercer pensamiento el cual comenzaba por un “Estaremos en dictadura nuevamente y…” Decidí cortar por lo sano, detuve mi marcha, miré hacia atrás y respondí “Supongo que sí…” El militar parado en la puerta de un garaje con una boina negra hacia el costado me dijo “Está caminando frente a un juzgado militar”, comentario al que miré directamente a los ojos del uniformado y gesticulé un silencioso “¿Y?”. Inmediatamente el viril soldado desde su postura de “¡Yo tengo el poder!” me invitó a conocer las instalaciones; sinceramente no entendía mucho hasta el momento después del choque de dos neuronas en mi cerebro las que me susurraron “Te está cargando, quiere tener sexo, los militares también son personas”...

En ese momento ya estaba en la visita guiada mirándole las nalgas que me saludaban en cada paso que el sexy warrior daba. La visita muy convenientemente terminó en el dormitorio donde los soldados dormían en las típicas cuchetas que se pueden ver en las películas de guerra. A mis 18 años ya hacía rato que había probado el sabor de una buena pija, pero nunca una camuflada y el morbo corría por mis venas, la calentura y el sexo afloraban por mis poros y el milico ardiente, seductor y caliente con una simple mirada a su miembro viril acompañada de una sonrisa cómplice dio por iniciada la era militar en mi vida.

El machote se agarró el bulto por encima del uniforme, me relamí los labios asegurándole mi complicidad y disposición; enseguida se desabrochó el cinturón, abrió la bragueta y bajó su pantalón. Yo por mi lado me arrodillé mirándolo a los ojos y abrí mi boca, él exclamó “Eso, abra la trucha putito”, con una mano se agarró la pija y con la otra me agarró de la nuca, empujando mi cabeza hasta tocar con mis labios su pelvis, y es que de un solo movimiento metió su verga en mi boca sin darme tiempo al titubeo, este militar sabía lo que quería y tenía experiencia en el tema.

Todo el tiempo se imponía y daba órdenes específicas detallando lo que tenía que hacer: “Lama la cabeza” – “Chupe los huevos” – “Chupe el tronco de la pija mirándome a los ojos” – “Pídame pija y relámase la boca”... Era la primera vez que sentía el ácido gusto al sometimiento, el ser humillado por un macho reacio e hijo de puta que me miraba con cara de asco y placer mezclándose en un mismo gesto, que gozaba más que yo y no me dejaba opinar ni detenerme; era claro que él mandaba y yo debía hacer todo lo se me ordenada, era algo nuevo, algo que me gustaba y embriaga de placer.

“¡En 4 patas en la cama!” gritó firmemente, me agarró las nalgas con las manos, las separó firmemente, tanto que sentí la tensión de mis músculos al máximo y mi ojete expuesto, “Que buen culo, hay que partirlo” exclamó el uniformado. Rápidamente sacó de su bolsillo un preservativo, se lo coló, el primer gargajo lo echó en su mano, frotó su pija para lubricarla, acercó su cara a mi culo y largó el segundo escupitajo directo a mi culo, sentí cómo la saliva chocaba en mi ojete y antes de comenzar a deslizarse hacia abajo detuvo el chorro con su pija, la movió hacia arriba y abajo lentamente lubricando todo mi ojete y sus alrededores y puso su pija en el orificio, la soltó y agarró nuevamente mis nalgas, esta vez con mas fuerza pero no para abrirlas sino para sostenerlas y comenzó la penetración, primero metió solo la cabeza y la sacó por completo, observó el culo que se contraía y al dilatarse nuevamente la metió, repitió el procedimiento varias veces hasta que por fin sentí sus pendejos recortados chocar en mis nalgas, con un movimiento secundario trancó su pija dentro de mi culo y me agarró de la cintura; en ese momento supe que la delicadeza había terminado y el militar exclamó “Ahora vas a saber lo que es bueno”, mi error fue susurrar “Despacio que me duele”... Esa frase enfureció al uniformado, el que me dio una suerte de remiendo de palmadas y gritó “¡Acá se hace lo que yo mando, ¿está claro?!”… ¡Las palmadas y puteadas siguientes me dejaron las nalgas rojas y los oídos sordos!

Por 45 minutos supe lo que era ser sometido, dominado por un militar degenerado y alzado que le gustaban más los culos de los gays que la concha de su esposa. El sonido que producía la pelvis del milico al chocar con mis nalgas retumbaba en la habitación y mis gemidos provocaron que se callara el militar para dejarse llevar por el placer de un culo apretado y unas nalgas rosagantes de un pendejo que estaba siendo penetrado sin piedad y con la fuerza de un macho que entrena 8 horas al día en el algún cuartel de la zona metropolitana.

Al terminar el garche, el militar retomó la calma, me preguntó si estaba bien y si me había gustado y me dijo: “Llámame al 900 3688 después de las 22 hs, por dos semanas voy a estar, vení y te cojo cuantas veces quieras”.

Unos días más tarde marqué 9 – 0 – 0 – 3 – 6 – 8 – 8 y una voz en el teléfono dijo “Juzgado militar, buenas noches” y la historia se repitió una y otra vez y el sexo cada vez era mejor, le estaba tomando el gusto a coger con machos militares, casados y más grandes que yo.

Este ritual lo repetí por muchos años y hoy en día si llamas a ese número siempre luego de las 22 hs, seguramente un ardiente militar atenderá el teléfono y si gusta del placer de un buen culo, sabrá como hablarte si tu sabes hacerte entender…
Pantera
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